Finalmente llegó la adaptación de la primera entrega de la trilogía de E.L. James al cine, tan esperada por las fans. Antes que nada, quiero remarcar que la historia en cuestión nació como una fanfiction (cuando los fans toman ciertos perfiles de personajes, personajes o espacios para crear su propia ficción) de Crepúsculo, con lo cual el tema de público, tono y demás queda respondido. No quiero meterme en polémicas ni menospreciar, lo remarco para los que no saben de qué va como para que sepan a dónde apunta el interés de esta historia.
Para quienes no leyeron la novela, la historia se cuenta desde el punto de vista de una estudiante de Literatura, Anastasia Steele, pronta a su egreso cuando se enamora de un multimillonario llamado Christian Grey que parece inaccesible y la invita a tener una relación bajo sus términos.
Anastasia es hermosa y no lo sabe, virgen e inteligente y está dispuesta a develar cada una de las capas de sombras de este Grey mientras él la introduce en el bondage.
La adaptación, con toda sinceridad, es más bien una ilustración de la novela. Esto significa que reproduce escenas del libro pero sin tener su sabor.
No sentí que tuviera demasiada alma, ni presentación de personajes, ni matices, ni el romanticismo (que, seamos sinceros, no es una saga que apunte a lo erótico ya que lo que prima es el romance) necesarios. Sin mencionar la batería de personajes secundarios que aparecen a modo decorativo: padres, madres, hermanos, compañera de departamento, amigo, chofer, son todos meros marcos de ellos dos.
La pareja principal, en manos de Dakota Johnson y Jamie Dornan, no parece del todo conectada entre sí y presenta algunos temas: ella es realmente impactante, tiene 2 metros sólo de piernas y la ponen en chatitas todo el tiempo para que no lo pase.
Él, que en la novela tiene 27 años, parece destetado ayer con lo cual por momentos me pasaba que él no estaba del todo convencido de pegarle y ella lo único que quería era que le pegara fuerte. Directamente, se lo come crudo actoral y escénicamente.
La directora, Samantha Taylor – Johnson, logra hacer con este guión momentos de humor (no intencional todas las veces, probablemente) y tomas impactantes tanto de Seattle como de los espacios en los que interactúan los personajes que ya de por sí tienen que ser sobre ese mundo al que el resto de los mortales no accedemos.
Logra una ciudad que es habitualmente gris con una fotografía preciosa que te dan ganas de conocer esos espacios. Me gustó particularmente el uso de planos generales para el personaje masculino de manera de situarlo en la cima del mundo, siempre solo, en lugares pulcros, luminosos, pero tan cálidos como un quirófano.
Y el contraste de luces en la negociación del contrato es una belleza. Estoy un poco cansada del recurso de los mensajes de texto impresos en pantalla que hasta deseo que alguien más invente algo nuevo, pero no es una película que busque la innovación.
El producto final no es terrible, pero mi decepción es que pudo haber sido algo interesante, pudo haber sido tremendamente romántica, pudo haber sido provocativa, pudo, al menos mostrarme a una platinada que moría por ver personificada, pudo haber sido una pareja con gancho por más que todo lo demás se caiga a pedazos. Es una media tirando para abajo.
PD: película ideal para ver entre amigas, no hagan la crueldad tremenda de llevar a sus parejas. Piensen que es una precuela de Sex and the City, cuando las chicas se reían menos y se vestían peor.