El día que los directores entiendan que a las mujeres no solo les gustan las películas románticas y apuesten todo por la combinación de ese género con el thriller psicológico, el drama y la acción, puede ser que sea el momento de hacer una remake de esta trilogía que realmente valga la pena.
En el año 2011, contra todo pronóstico, un libro romántico/erótico de origen británico se convirtió en bestseller, superando en ventas más rápidas a Harry Potter. La publicación rápidamente abrió polémica entre aquellos que alababan y defenestraban la historia, que originalmente nació como un fanfiction de Crepúsculo.
La trama es muy simple: Anastasia Steele (Dakota Johnson), una joven a punto de graduarse, reemplaza a su mejor amiga como reportera y le toca entrevistar al magnate Christian Grey (Jamie Dornan), un joven soltero y millonario al que le va muy bien en los negocios. El chispazo es inmediato entre ambos. No obstante, con el tiempo Anastasia irá descubriendo que Christian no es el típico príncipe azul, sino que esconde una faceta sexual sadomasoquista poco habitual y que además, su pasado lo atormenta. Mediante las primeras dos entregas cinematográficas se fue consolidando la relación, los personajes se conocieron a fondo… Muy a fondo. Y a su vez, Anastasia comenzó a entender un poco más la razón por la cual Christian tiene tanta oscuridad y lleva a cabo esas prácticas sexuales.
En el cierre de esta trilogía encontramos a los protagonistas recién casados, disfrutando de su luna de miel y posteriormente de su vida como marido y mujer. El pasado viene con toda la intención de pisar fuerte y revolucionar la felicidad de los tórtolos, provocando dolor, discusiones y varias situaciones de peligro. La gran incógnita de la película: ¿podrán tener un final feliz?
A pesar de que a lo largo de las tres películas la química de Dakota y Jamie fue creciendo y mejorando bastante, en Cincuenta Sombras Liberadas cuando los actores se ven envueltos en escenas de discusiones o de drama, dejan mucho que desear. Empezando por Dakota. La actriz logra transmitir calidez y ternura. Gracias a no ser una actriz femme fatale, es más fácil entrar en la ilusión que lleva a la pantalla grande, aunque la falta de carácter y de drama le resta muchos puntos a su actuación.
El tópico sexual se torna reiterativo, sin imaginación y muy similar a las películas anteriores. No hay sorpresas, como tampoco apuestas a algo diferente a lo ya visto. Lo erótico da paso a lo banal y culmina con un embarazo no planeado, una discusión inevitable que desemboca en un desmadre marital, típico de las telenovelas.
La implementación de ciertos condimentos de humor sutiles logran provocar sonrisas y risas inesperadas, sin causar que la comedia sea parte de un film en donde predomina el romance cada vez más vainilla.
Finalmente, todo el film se centró de sobremanera en los protagonistas y no dio lugar a ciertos personajes secundarios que podrían haber ganado unos segundos más de pantalla y a su vez, darle un respiro a la relación sentimental con el fin de agregar más drama y tensión a una historia que aparenta ser más odiada por los espectadores que amada.