Coincidencias e intersecciones
Finalmente ha llegado el momento de apreciar la tan esperada adaptación cinematográfica de la ambiciosa novela de David Mitchell, un proyecto que a su vez constituye la primera colaboración -en lo que a dirección se refiere- entre Tom Tykwer y los hermanos Andy y Lana Wachowski. Si bien al alemán lo antecede una carrera bastante heterogénea en la que se destacan las interesantes Corre Lola Corre (Lola Rennt, 1998) y Perfume (Perfume: The Story of a Murderer, 2006), junto a las agridulces Heaven (2002) y Agente Internacional (The International, 2009), la trayectoria de los estadounidenses en cambio se caracterizó por una espiral descendente que en un primer momento prometía “comerse” a Hollywood.
A decir verdad, en lo que respecta a la frialdad matemática, hasta hoy contábamos con un balance en negativo porque tres de las cinco películas de los Wachowski habían fracasado en términos artísticos: sus dos obras iniciales, las excelentes Sin Límites (Bound, 1996) y The Matrix (1999), supusieron un arranque fenomenal que de a poco se fue desinflando con el arribo en el 2003 de dos secuelas deslucidas que fallaron en la tarea de revivir las aventuras virtuales del “tecno- profeta” Keanu Reeves. Sin embargo nadie podía esperar el despropósito mayúsculo que fue Meteoro (Speed Racer, 2008), uno de los engendros más insoportables que haya dado la industria cultural norteamericana a lo largo de la década.
En una jugada que parece funcionar como una respuesta rencorosa para con la crítica y el público en general, los realizadores lejos de recular y moderar sus expectativas, decidieron redoblar la apuesta y encarar nuevamente un opus gigantesco en el que la extensión del metraje y la profundidad conceptual tratarían de estar nivelados. Desde ya que el riesgo eventual de dirigir un film como Cloud Atlas (2012) abre la posibilidad de defenderse con el latiguillo del “no ser comprendidos” ante cualquier reproche, circunstancia que además queda ratificada en la innegable valentía de sumar a Tykwer, utilizar el mismo reparto para las seis subtramas y financiar el convite de manera independiente y con capitales alemanes.
El relato desarrolla en paralelo una serie de líneas temporales que abarcan los años 1849, 1936, 1973, 2012, 2144 y 2321; en las que predominan una estructura coral, el cambio de género, un discurso existencialista muy cándido y diversos puntos de contacto entre las diferentes coyunturas y/ o percepciones contextuales. Las casi tres horas de película no se sienten en la butaca gracias a una edición enérgica que deambula con convicción edificando continuas intersecciones que disparan cuestionamientos acerca de nuestra “dualidad cotidiana”, la de reconocer el encadenamiento lógico de los hechos (abstracción científica) y a la vez argüir el carácter azaroso de los mismos (eterna subjetividad y envase corporal).
Con su corazoncito puesto en la ciencia ficción tradicional, las épicas minimalistas y los comics del trascendentalismo posmoderno, como por ejemplo The Sandman de Neil Gaiman, la propuesta replica el pulso de las buenas novelas gráficas, complejiza la narración al punto de despertar una saludable adicción, maximiza al extremo los recursos formales y le saca rédito a un elenco compuesto por estrellas de la talla de Tom Hanks, Susan Sarandon, Jim Broadbent, Hugo Weaving, Halle Berry y Hugh Grant. Mucho mejor que lo que los prejuicios nos podrían indicar, Cloud Atlas es una epopeya atrapante que merece ser vista más de una vez porque constituye un viaje tan fastuoso como anómalo…