Dirigida por Lee Unkrich (un asiduo de Pixar, habiendo dirigido entre otras, Toy Story 3) en conjunto con el animador Adrian Molina, quien escribe el guión junto a Matthew Aldrich, lo nuevo de Disney y Pixar es un homenaje a la cultura mexicana y, como siempre, una historia llena de amor y ternura. En “Coco”, Miguel es un niño que viene de una familia que, a diferencia de todo mexicano, odia la música. Todo se debe a que su tatarabuela fue abandonada por un músico que la dejó con una hija pequeña sólo para perseguir su carrera musical y sus sueños de ser reconocido.
Ésa es la historia que Miguel conoce aunque ése sea un tema del que prácticamente no se habla en su familia. Pero Miguel no es como el resto de su familia.
Aunque es un niño pequeño ya entiende que no puede seguir mandatos, que tiene que vivir su vida, que no puede ser un zapatero como el resto de su linaje, aquellos que posan en sus retratos con los rostros más aburridos y resignados. La vida puede ser algo más, diferente. Y él encuentra toda esa inspiración que necesita en la figura de Eduardo de la Fuente, un músico ya fallecido pero siempre admirado, que además actuó en varias películas que Miguel ve y revé a escondidas.
Se avecina el Día de los Muertos y Miguel decide jugársela. Se considera a sí mismo un músico aunque nunca haya cantado frente a nadie pero eso se va a terminar. No obstante, un percance lo termina arrastrando hacia el mundo de los muertos, donde terminará de reencontrarse con lazos familiares y, claro, con él mismo. Es que allí descubre secretos familiares y, también, que no todo lo que brilla es oro.
Además tiene que conseguir la bendición de su familia (y no cualquiera bendición, porque cualquiera lo dejaría sin su preciada música) para no quedar atrapado en ese mundo. Si bien desde el vamos “Coco” rememora demasiado a la película mexicana “El libro de la vida”, lo cierto es que ambas utilizan una misma temática, la cultura mexicana en esa celebración anual tan especial, pero más allá de algunos puntos en común narrativos, difieren bastante.
También es cierto que en cierto modo “Coco” es más simple y menos profunda, sin necesidad de que esto suene como una crítica negativa. Así, lo nuevo de Pixar nos permite adentrarnos en parte de esta cultura sin dejar de lado esas historias que tanto aman contar y que tan buen resultado les da, porque a la larga nosotros las seguimos disfrutando.
Estamos entonces ante una película divertida y conmovedora al mismo tiempo, de esas que emocionan porque tocan las fibras sensibles de cualquier persona que tenga un poquito de corazón, que crea en seguir lo que éste nos dicte, que tenga una familia a la que quiera aunque no siempre entienda, y que tenga también a aquellas personas que por más que no estén en este nivel terrenal siguen estando con uno a medida que los recordamos. Justamente lo interesante que tiene esta celebración, y por lo tanto la película, es que se festeja el Día de los Muertos desde la alegría.
No es un lamento para quienes no están, sino que es un festejo por quiénes fueron y cómo los recordamos.
Tim Burton ya lo había entendido muy bien cuando se inspiró en este día para su retrato del mundo de los muertos en “El cadáver de la novia” (que en su película contrastaba con el de los vivos al que presentaba oscuro y aburrido). A la larga, “Coco” es una historia bonita y contada como siempre con una magistral visual, canciones pegadizas, buenos gags y personajes queribles. Y, como pocas veces, es una película que podría verse doblada sin problemas ya que en realidad acá tiene mucho más sentido que hablen en español, por supuesto.