CANTAR CON LAS MANOS
Remake del film francés La familia Bélier (Éric Lartigau, 2014), CODA es la historia de una familia en la que casi todos son sordos, a excepción de la hija menor, Ruby (Emilia Jones), quien desde niña sirvió como intérprete para que sus padres y su hermano pudieran vivir en relación con el mundo. A partir de esa premisa, que fácilmente podría caer en estereotipos y golpes bajos, la directora Sian Heder construye una película en la que sobresale el humor, pero no el humor oscuro que ironiza sobre las propias dificultades (un procedimiento que puede verse en films como The fundamentals of caring o Come as you are), sino una forma más cotidiana, ligada a la vida diaria de una familia que, lejos de victimizarse, aprende a divertirse en sus propios términos.
Para contar esta historia sobre una adolescente tironeada entre su deseo de dedicarse a cantar y su obligación como el único miembro con audición de una familia de pescadores, la directora naturaliza el lenguaje de señas dentro de la narración. Son pocas las veces en que la sordera de los personajes representa una complicación (hasta que las circunstancias se imponen), porque a Heder no le interesa remarcar lo difícil que es ser sordo en un mundo donde la gente se comunica hablando, si no que prefiere concentrarse en como esos personajes se relacionan entre sí.
Ruby se avergüenza de sus padres (interpretados por Troy Kotsur y Marlee Matlin, quienes, al igual que el actor que interpreta al hermano, Daniel Durant, son sordos en la vida real) porque viven su relación con libertad, tienen sexo constantemente, toman vino, se drogan, y no se tienen lástima a sí mismos frente a los demás. Y tampoco temen expresarse, lo que para Ruby es incómodo porque tiene que oficiar de intérprete, como en la visita al médico donde les diagnostican hongos genitales. El lenguaje de señas no solo está integrado a los diálogos, si no que en ocasiones sirve también para expresar lo que no se puede decir con palabras (como la escena en la que Ruby le explica a su profesor por qué quiere cantar), o para dar lugar a un humor completamente físico, como en la escena donde se recomienda el uso de preservativos.
Sin desbordarse hacia ninguno de los temas que presenta (la familia, el trabajo, el primer amor, los sueños, el sacrificio, la música), la película avanza con fluidez y oficio, y se permite ser emotiva con nobleza, entendiendo que a veces la emoción está en los pequeños gestos. En una protagonista cantando y haciendo señas al mismo tiempo para que su familia la entienda, y no en la manipulación calculada del espectador, tan pisoteado que termina por insensibilizarse. CODA (Children of Deaf Adults, es decir, hijo de padres sordos) es una película sencilla y cargada de frescura, de esas que te remueven sin dejarte de cama, y que además tiene el gran mérito de hacer soportable a Eugenio Derbez, en la piel de un profesor de música que termina cayendo bien. Hoy por hoy, no es poco.