¿Por qué Cold War es en blanco y negro? La pregunta suena básica, infantil, casi, pero podemos hacerla igual: ¿Cual es la razón por la cual Cold War es una película en blanco y negro? Una serie de respuestas vienen a la cabeza. Porque queda lindo o porque al director ya le había servido ese mismo recurso en Ida, puede ser. De hecho, en una entrevista, Pawel Pawlikowski dice más o menos eso. Otra posible respuesta, la que parece más evidente, es que se trata justamente de un ejercicio de estilo, una forma de retrotraer al espectador actual al cine que al director le gusta e intentar emular. De ahí también el uso del formato académico (como rinde el cuadradito noscierto) ¿Cual sería ese cine? La respuesta es un poco confusa: una serie de nombres de directores célebres se agolpan, pero, ¿cuál es la conexión entre estos? ¿Que unifica a Bergman, Antonioni, Tarkovski, entre sí? ¿Cold War es meramente un ejercicio de nostalgia cinematográfica, una especie de fantasmagoria para que cierto público vaya directo a un numeral en plan #cineeuropeoculturosocinematecoso?¿Que piensa su director de esos otros directores, aparte de tomarlos como un lugar común en plan: “Oh, la cinefilia”?
No es que nos vayamos a enterar viendo su película. O sí. La relación de Cold War con #cineeuropeaoculturosocinematocoso es tan vaga como el concepto mismo. Su apropiación tiene menos que ver con la que el protagonista transforma y edulcora una canción campesina en un tema de jazz de lobby de casino (aunque hay bastante de tomar una esencia enmarañada y volverla consumo diluído en todo esto) y más con la de la publicidad. Cold War luce como un aviso de Cacharel de los años 90. Uno que por ejemplo, haya canibalizado las imágenes de La Dolce Vita, supongamos. Y como Cacharel, Cold War nos quiere vender algo. Nos quiere vender una insustancial idea de cine de autor para las masas. Un producto perfectamente empaquetado para que la clase media alta vaya al cine y se sienta, en una falsa epifanía, transformada. El mismo público que en su momento despreciaba a Bergman, Tarkovski o Antonioni por lentos y obtusos, hoy puede, a módico precio y gastando menos de hora y media de su tiempo, salir de la sala tocándose la espalda en plan: “somos tan refinados”. “Soy intelectual, muy inteligente”, diría Homero (Simpson).
Pawlikowski, sus co-guionistas, su director de fotografía, su elenco, todes, quieren también usufructuar con una idea del amor intenso, destructivo, romántico y final. El problema es que esta sustancia altamente tóxica e inflamable tiene el mismo peso que sus imágenes impolutas. Es decir, ninguno. La relación entre Zula y Wiktor nunca importa. No es creíble su enamoramiento, ni su relación tormentosa. No hay una razón para que se busquen constantemente más allá de que los amores cinematográficos en teoría funcionan así. Tampoco para las decisiones drásticas y dramáticas (KU?!) que toman. La misma narración de la película atenta contra ello. Los saltos temporales dejan de ser misteriosos y elípticos y pasan a ser fragmentarios y abruptos. Confunde economía narrativa con superficialidad. Sus armas son las mismas que las de un aviso de perfume. No un amor apasionado, sino la idea de eso. No una pieza de orfebrería homenajeando y recreando un cine que ya no existe, sino una serie de fotografías muy cuidadas y posadas que lo imiten lo mejor que se pueda.
No habría nada de malo con que Cold War fuera una película de superficies, un ejemplo de cine cool y punto. El asunto es que todo está muy cargado de significantes (religiosos, políticos, sociales) como para lograr funcionar de esa manera. Lo único que queda tras ver Cold War -si uno no termina comprando este buzón de turno- es la sensación de vacío. O peor, de cierta moralina. Como en Roma, que la pobre Cleo nos avisa: Mejor comprar jamón y no andar noviando (porque si novias te embarazás y el bebé se te muere en un plano de diez minutos para que quede clarísimo). Los amores intensos de gente bohemia mejor verlos protagonizados por modelitos porque vivirlos es un flagelo que nos lleva irremediablemente al suicidio.
No hay mejor publicidad que aquella que logra pasar desapercibida. ¿Por qué Cold War es en blanco y negro? Porque vende más.