El cine de género tiene varias premisas. La principal es que en orden o de la forma en que nos quieran contar la historia, el cuento se cierra. Podrá resolverse todo en los últimos segundos o de manera lineal, pero el espectador actúa de testigo objetivo y la idea se completa. Sin embargo, la directora Claire Denis ('Un bello sol interior', 'High Life'), en 'Con amor y furia', nos muestra una sola perspectiva sobre esos amores y sus fugacidades, entonces el rompecabezas queda sin algunas piezas.
Otro punto de la arquitectura del cine comercial es que el o la protagonista pocas veces traiciona sus principios. Y aquí otro desprecio a los manuales. La que nos muestra su inconsistencia sentimental y nos pinta paisajes incómodos es nada menos que Juliette Binoche, actriz -fetiche de la directora- que llena la pantalla con solo una mueca. Con ella en su plenitud física y actoral, nuestra entrega es parcial.
Cerrando este planteo narrativo, emergen las figuras de los coprotagonistas, su actual pareja Jean (Vincent Lindon) y su ex amor François (Grégoire Colin), quienes con actitudes poco audibles y no del todo explícitas van poniendo en jaque al personaje de Sara. Como los magos, algo esconden y no sabemos bien qué es. Tampoco se muestran buenos del todo, menos como villanos. Y en este triángulo amoroso, Denis pone en blanco sobre negro toda la intimidad de seres que deben negociar sus ansias de amor eterno con lo tentador y lo prohibido del momento. O sea, lo antipático del amor en primer plano.
En 'Con amor y furia' convergen la solidez actoral y estética de Juliette Binoche, la ciclotímica piscología de Claire Denis y las incongruencias de cuando los fantasmas del pasado le ganan al presente. Dialéctica pura en una París otoñal, de cielos grises, balcones confesionarios y corazones desangelados.