Comedias románticas las hay por montones. Incluso hay una (de tantas) forma de separarlas: por un lado, las que apuestan a los elementos básicos ya que así tienen asegurado al menos al espectador asiduo a ese género, y por el otro, los que intentan hacer algo nuevo con él, algo diferente. Pero escapar de las reglas que un género tiene tan impuestas siempre es un riesgo, porque se puede caer sin pretenderlo en algunas de ellas (porque al fin y al cabo para jugar hay reglas) o convertirse en otra cosa, separarse del género por no ofrecer todo lo que una película perteneciente a tal debería ofrecer.
El problema principal con Amigos con derecho a roce, es que queda a mitad de camino. No es una cosa, pero tampoco la otra. Para ser una comedia, la película es apenas graciosa. Y es que, tal como su propio protagonista, un guionista que quiere escribir películas de acción pero lo contratan sólo para escribir una comedia romántica sin que él siquiera sepa aún lo que es el amor, a lo que apela (o eso pretende) el film es a escapar a la magia que ciertas películas tienen, a ese modo de mostrarnos de una manera irreal el amor. Esto para retratarnos una historia más real. Entonces desde el vamos el relato se percibe agridulce. Chris Evans interpreta a un protagonista roto, a un hombre que fue abandonado por su madre de muy pequeño y que nunca pudo enamorarse, que tiene sexo sólo por tener un sexo que no le hace sentir nada. Michelle Monaghan es la mujer de la que rápidamente se enamora, con quien roza manos e inmediatamente siente, y nosotros vemos, electricidad.
El film cuenta con recursos interesantes e imaginativos como ese. Por ejemplo, el corazón de Chris Evans es retratado como él mismo, vestido en un traje que lo hace parecer salido de un bar hace unas décadas, fumando, ahogándose en la pileta, o lo que sienta él que su corazón vive en ese momento.
La historia entre la pareja protagonista no puede evitar caer en clichés. Él se presenta ante ella sin quererlo como algo que no es en absoluto, y luego siempre teme decirle la verdad, pero a medida que el tiempo sigue pasando, la mentira, la traición, se torna peor. Por el otro, ella está de novia, supone que en algún momento va a casarse con él, y no pretende dejar esa parte de la vida que tiene armada así porque sí.
Si la premisa de la película tiene que ver con la amistad entre el hombre y la mujer, allí radica otro problema. Es cierto que textualmente los personajes dan su parecer (el protagonista se rodea de unos amigos que terminan siendo personajes coloridos e interesantes), y que la misma pareja decide jugar a ser amigos, pero esta temática nunca está del todo desarrollada. Incluso esa “amistad con derecho a roce” a la que alude el título traducido no dura más que una noche. Quizás otro problema sea que el film está vendido como algo que no es. Quizás alguien vea el cartel, el título y pretenda ver otra película al estilo de las protagonizadas el mismo año por Mila Kunis y Justin Timberlake por un lado y Natalie Portman y Ashton Kutcher por el otro.
No, “Amigos con derecho a roce” no se parece a esas películas. Es apenas divertida, por momentos ingeniosa, pero fallida cuando más novedosa quiere ser. Quiere demasiado escapar a ciertas convenciones y al final cae en todas y cada una de ellas.
Se podría hablar de otros problemas, como el excesivo uso de la voz en off, o un protagonista al que nunca terminamos de entender, pero a la larga, “Amigos con derecho a roce” es una película interesante, no tan original como quiere serlo ni tan divertida ni tan romántica. Pero la salvan que los dos protagonistas irradian un encanto natural, y que los personajes secundarios (Topher Grace, Aubrey Plaza, Luke Wilson, entre otros) aportan un poco más de vida al relato, y que a nivel estético tiene juegos interesantes, como las situaciones y el modo en que se las imagina su protagonista.