Amor con muchas vueltas
Chris Evans es Me, y Michelle Monaghan es her. Me es un guionista al que le han encargado una comedia romántica, pero que no cree en el amor, y en casi ninguna de las emociones de las que tanto hablan esas películas. Sin enamorarse nunca y yendo de chica en chica, alguna vez le tenía que tocar y una noche conoce a her.
La fórmula es clásica, un hombre ganador y buen mozo que no cree en el amor, cae finalmente enamorado de una mujer encantadora, se hacen amigos, comparten el mismo humor, les gustan las mismas cosas, todo parece perfecto, pero... ella está comprometida.
El problema es que este guionista frío y descreído encuentra alguien igual que él, una chica cínica, irónica con un gran sentido práctico, que no cree en el amor y piensa casarse con su novio solo porque le ofrece una relación sólida y es un hombre confiable.
Decepcionado, Me trata de olvidarse de Her, recorriendo bares y charlando con amigos, planteando extrañas teorías sobre el amor y el desamor. Me le habla a la cámara, cuenta su historia, y se imagina a sí mismo en diferentes y disparatadas situaciones. Esos momentos de surrealismo son lo mejor de la película -que a través de una creativa edición combina el relato lineal con los sueños del protagonista-; al volver a la realidad, la historia es solo otra comedia romántica más, y no de las mejores.
Chris Evans tiene todo lo necesario para entretener durante casi dos horas, al igual que su heterogéneo grupo de amigos entre los que se destacan Topher Grace y Aubrey Plaza, no sucede lo mismo con Michelle Monaghan, quien por momentos aburre y parece no tener nada interesante para aportar.
El filme tiene buenos momentos, buenas ideas que rozan el humor absurdo, pero que luego se pierden en un guión demasiado típico, prefabricado, y como es de esperarse, con un final predecible.