En la década del 70, la ciudad de Marsella (Francia) era el lugar elegido por un gran grupo de narcotraficantes que importaban morfina de Turquía y luego la convertían en heroína. Los asesinatos, las sobredosis y los nuevos adictos estaban por doquier. La producción de esta banda era tan grande que comenzaron a exportar a Estados Unidos bajo el nombre de “La French”.
Un juez de menores, interpretado por el ganador del Oscar Jean Dujardin, es transferido a la unidad de crimen organizado y elegido para encabezar la lucha contra el narcotráfico y la subsecuente captura del líder de la banda Gaëtan Zampa (Gilles Lellouche). Esta es la trama de la última película del director Cédric Jimenez, Conexión Marsella (La French, 2014).
Es la clásica historia del héroe que debe limpiar su ciudad y encargarse de atrapar a los malos. Dujardin hace un muy buen trabajo, su carisma y su sonrisa impecable logran que sea imposible no encariñarse con su personaje. Su contraparte, Lellouche, también tiene un magnetismo como Dujardin y le da a su villano profundidad y hasta simpatía. Cada uno danza alrededor del otro, como dos imanes, y las escenas que comparten son atrapantes.
Con muy buena estética, un buen vestuario y una buena elección de locaciones, el traspaso a la década de 70 se efectúa sin problemas. La acción es poca, ya que lo importante es la investigación de la policía y el funcionamiento del narcotráfico. Lentamente el misterio de quién es quién se va develando al igual que el alcance de la corrupción y lo difícil de eliminar la droga en Marsella, cuando ésta infiltra cada recoveco del lugar.
Estamos ante una buena película que retrata una época oscura en la costa gala, donde la droga corría sin parar, los jóvenes la usaban sin control y algunas de las peores masacres francesas tuvieron lugar. En medio de todo ese caos, aparece un juez honesto, valiente y determinado a ponerle un fin a todo ello. Conexión Marsella es la historia de un héroe real.