Conocerás al hombre de tus sueños

Crítica de Fernando López - La Nación

Un film risueño y amargo con el sello de Allen

A esta altura de su vida, el pesimismo de Woody Allen se ha vuelto más radical. La vida es "un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia y que nada significa", decía Shakespeare y él lo recuerda colocando la frase como epígrafe, y quizá también como colofón, de ésta, su película número 40. Pero si no hay esperanza de encontrarle un sentido, queda el sueño. La ilusión puede remediar aquella desazón que los medicamentos no alivian, y Conocerás al hombre de tus sueños, que es al mismo tiempo amarga, profunda y risueña, resulta casi un himno a la ilusión. Puede no ser la película más significativa de Allen, pero si merece un lugar destacado en esta etapa madura inaugurada con Match Point, aunque reúna muchos de los componentes de sus films anteriores (neurosis, frustración, angustia existencial, musas, charlatanes, intelectuales frustrados, hombres maduros que buscan una segunda juventud al lado de muchachas de la edad de sus hijas) y aunque vuelva a un esquema narrativo ya clásico en él con la presencia de una voz en off para dirigir la ronda de personajes que parecen condenados a repetir eternamente los mismos errores. La apariencia es de comedia ligera; por debajo se agitan inquietudes inherentes a la condición humana. El film divierte y aguijonea.

Un elenco excepcional anima a estos seres egoístas, insatisfechos consigo mismos y con la vida que llevan, siempre convencidos de que es el prado del vecino el que tiene los mejores pastos y siempre a un paso de una nueva frustración. Woody observa sus peripecias -todo lo que el tiempo hace con sus vidas y lo que ellos se hacen a sí mismos y a los demás- con una sonrisa en los labios.
Deseos

Está el padre de familia temeroso de la muerte que quiere rejuvenecer sobre la base de divorcio inmediato, ropa clara, gimnasio, cama solar, Viagra y alguna pulposa señorita que pasará de brindar servicio profesional a convertirse en esposa legítima. Su desconsolada ex sólo encuentra consuelo en las palabras de una falsa vidente que le pinta el futuro color de rosa (de ahí el título, aunque el soñado hombre del caso es también el que fatalmente nos espera a todos). La hija de ellos dos sueña con un hijo y una galería de arte propia, pero trabaja en una ajena (y se enamora de su jefe) mientras su marido, incapaz de repetir el éxito que tuvo con su primer libro, se inspira (y algo más) con la linda vecina que toca la guitarra junto a la ventana de enfrente. Woody los entrecruza y concede a cada uno su propia historia. Alguna -la del escritor y la guitarrista, por ejemplo- parece resuelta a las apuradas, pero en todas se percibe la agudeza de este Woody Allen cada vez más sombrío, pero siempre ingenioso. Todos corren detrás de su propia quimera: un fracaso los dejará aún más maltrechos.

Si el panorama no es al fin más oscuro es porque alguien -por su pureza, por su ingenuidad- merece un final feliz. Woody suele conceder esos premios.