Ciertos escritores han sabido combinar el suspenso proveniente del policial y la temática política y social que llegaba del realismo. Así se inauguró un nuevo género literario conocido como no ficción. Uno de los primeros ejemplos fue Rodolfo Walsh con Operación masacre, denunciando el accionar genocida de una dictadura, y otro puede ser A sangre fría, de Truman Capote. Dentro de lo cinematográfico hubo notables exponentes, entre los que sobresalen Todos los hombres del presidente, dirigida por Alan J.Pakula, y Serpico, a cargo de Sidney Lumet. Este equilibro y esta tensión entre lo que se cuenta y cómo se lo cuenta, con la nueva película de Tarik Saleh incorpora una nueva complicación y, por lo tanto, un nuevo foco de tensión: lo religioso. Con el antecedente notable de su película El Cairo confidencial -que también tuvo su premiere en Cannes-, Saleh nos introduce en el mundo de la disputa religiosa atravesada por los intereses políticos del gobierno, sin perder un centímetro de cultura musulmana, donde lo introspectivo se lleva muy bien con el suspense. Adam (magnífico Tawfeek Barhom), un joven pescador, es becado para estudiar en la universidad musulmana (Sunni) de El Cairo, que se prepara para la sucesión del Gran Imán (máxima jerarquía religiosa). Sin buscarlo, queda en el medio de la disputa por la sucesión y es manipulado por el coronel de la policía Ibrahim (enorme Fares Fares), las autoridades eclesiásticas y algunos otros altos funcionarios del gobierno. El resultado es una película donde el aprendizaje no proviene de las sagradas escrituras sino de la dura realidad. Ese pescador debe aprender a sobrevivir en medio de una gran tormenta política, donde lo que puede llover no es otra cosa que cadáveres. Gran pulso narrativo (la cámara consigue transmitir la angustia de los personajes en primerísimos planos), un guión para aprender mucho y grandes actuaciones, en un panorama donde lo difícil no solo es permanecer vivo sino también conservar la integridad moral y religiosa, dejando al descubierto la ética bipolar donde lo que se hace poco tiene que ver con sus enunciados éticos y religiosos que lo constituyen. La ovación que el realizador y el elenco recibieron al finalizar la función adelanta un gran premio para la misma.
Doloroso relato en el que se expone la destrucción de los sueños de un joven a base de corrupción y manipulación. Las escenas en donde el silencio prima son fundamentales para generar una tensión in crescendo.
Seleccionada por Suecia para representar al país en el camino hacia los Oscars del año pasado, pero que finalmente no fue elegida, «Conspiración Divina» («Boy from heaven», como se dio a conocer de manera internacional) es un thriller político intrigante que atrapa al espectador al realizar una crítica social hacia las prácticas corruptas e interesadas de las autoridades locales. «Conspiración Divina» se centra en Adam, el hijo de un humilde pescador, que logra ingresar en la prestigiosa universidad de Al-Azhar en El Cairo, Egipto, epicentro del poder del Islam sunita. El día en que empiezan las clases, el Gran Imán que dirige la institución muere de forma repentina y es así como deberán elegir a su sucesor. Sin ser consciente de ello, Adam se verá involucrado en medio de una red de intrigas y conspiraciones. A pesar de tener un ritmo bastante pausado, principalmente en el comienzo, y que se siente el peso de su larga duración (dura un poco más de dos horas), la película nos ofrece un thriller intrigante que muestra la corrupción y los manejos turbios de la política y la policía que se involucra en temas religiosos para mantener el poder. La conspiración se puede ver a través de la buena construcción de los distintos personajes: por un lado los futuros sucesores del Gran Imán que tienen interés de adquirir ese nuevo cargo; la policía; y el resto de los compañeros, que muchos están involucrados en las decisiones que se toman en aquel lugar. El protagonista deberá lidiar con todos estos personajes y aprender en quién puede confiar y en quién no. Adam es muy inteligente, intuitivo y ágil y encontrará la manera de caer bien parado frente a todas las situaciones peligrosas por las que tiene que atravesar. El film está caracterizado por un clima de tensión constante. Una vez que toma un poco más de ritmo y nuestro protagonista se mete de lleno en el conflicto, estará expuesto en todo momento, haciendo que esa presión sobre él no afloje nunca. Tanto las interpretaciones como la ambientación están muy bien logradas para retratar esta historia, sobre todo para espectadores como nosotros a los que la trama les puede resultar algo lejana o que no terminamos de entender cuáles son los manejos políticos/religiosos de aquel lugar. Pero todo se explica de una manera sencilla y clara, resultando una historia bastante convencional y universal. Atrevida, intrigante y con varios giros narrativos sorprendentes, «Conspiración Divina» resulta ser un thriller más que efectivo, el cual busca realizar una crítica a los manejos políticos y religiosos. Probablemente su ritmo lento y su larga duración le jueguen en contra y le saquen un poco de dinamismo a la historia, pero un espectador paciente podrá disfrutar de este clima tenso y atrapante.
Adam, un joven pescador de una humilde familia, queda atrapado sin intención en medio de una disputa de poder tras la repentina muerte del Gran Imán, líder del Islam Sunita en la Universidad de Al-Azhar La nueva película del Director Sueco Tarik Saleh que ya nos había sumergido en el mundo de la corrupción en el exitoso Thriller “Crimen en El Cairo”, nuevamente filma en Egipto, pero esta vez en lugares menos convencionales. En esta Universidad de El Cairo la política, el poder y la religión empiezan a jugar en el mismo equipo tejiendo conspiraciones que suman personajes siniestros y mantienen la tensión de un mundo perturbador. A medida que Adam comienza a involucrarse, va quedando en evidencia el lado más oscuro de la religión y la hipocresía humana. Sin entrar en un suspenso profundo, la trama posee fuertes diálogos, un inteligente guion y personajes con muchos matices que atraen al espectador. Muy bien recibida en el Festival de Cannes, la película con ciertas situaciones convencionales, dentro de lugares en general desconocidos, resulta interesante, y se fortalece gracias a la maravillosa interpretación de Fares Fares.
Como ya había hecho con Crimen en El Cairo, su excepcional largometraje estrenado en 2017, el director sueco de origen egipcio Tarik Saleh, vuelve a adentrarse con Conspiración divina en esa ciudad bajo los códigos de un thriller que coquetea con el cine negro como aquella producción, pero que en lo formal remite a films como La conversación de Francis Ford Coppola y El informante de Michael Mann. El cineasta, también responsable del guion que fue premiado en el Festival de Cine de Cannes, tenía una ardua tarea en sus manos que, en gran medida, comenzó con Crimen en El Cairo: hacer un registro minucioso del epicentro de su narrativa con un manejo extraordinario de los planos abiertos que capturan lo majestuoso y su valor histórico, y también exponer un conflicto central intrincado para quienes no estén familiarizados con el choque de políticas en Egipto. Para ello, Saleh elude lo didáctico y nos adentra en ese mundo eligiendo a un protagonista cuya óptica será un espejo de la del espectador, un joven que es expuesto de manera constante a encrucijadas cuando sale de su cotidianidad y pierde la inocencia. Adam (Tawfeek Barhom) es hijo de un pescador que repentinamente recibe una posibilidad que creía inaprensible: estudiar en la prestigiosa universidad de Al-Azhar, en El Cairo. Su llegada al lugar es retratada por Saleh con secuencias en los que el alumno se pierde entre el acceso a la cultura con una mezcla de asombro y admiración, hasta que se produce un vuelco que frena ese viaje de descubrimiento y lo embarca en uno intrincado, peligroso, absorbente. La muerte de la máxima autoridad islámica, el Gran Imán, pone en marcha un juego de intereses políticos y religiosos en los que ese joven no es más que un peón tironeado por diferentes figuras que, a su vez, están disputándose el nombramiento de un sucesor. En ese contexto, Adam no tardará en convertirse en un informante que, inicialmente, responde a Ibrahim (el extraordinario Fares Fares, protagonista de Crimen en El Cairo, un actor de un magnetismo en el que este thriller muchas veces se apoya), y que luego irá acomodándose como si no tuviera noción plena de lo que está sucediendo a su alrededor. El desconcierto de Adam y ese derrotero clásico de protagonista de un thriller en el que las cartas no se terminan de barajar hasta el último minuto es abordado por su director con una tensión que no necesita de una puesta en escena ostentosa (si la sangre se derrama, sucede en off). Por el contrario, Conspiración divina confía en el poder de las conversaciones y en el impacto que estas tienen intramuros, y por ello se ciñe a las convenciones de un género donde prima la duplicidad, los grises, los topos que van moviéndose sigilosamente para obtener su tajada. Por lo tanto, cuando a Adam, en una secuencia sobria y poderosa, se le pregunta qué es lo que está aprendiendo en esa universidad de elite, el joven queda pasmado ante ese interrogante cuya respuesta conoce, pero a la que no quiere enfrentar, tan solo una de las numerosas viñetas de Saleh donde comulgan la sofisticación y los conflictos internos que se suscitan en el gran esquema de las cosas.
Texto publicado en edición impreesa.
Estructurado como un thriller, lealtad e intrigas se hacen presente cuando la intención es manipular la elección del nuevo Imán. La gran diferencia que se establece es el espacio físico en los que se desarrollan la mayor parte de las acciones y de muchos de sus personajes. Al ingresar Adam demuestra una inteligencia superior, (fue becado por la institución) también rasgos éticos y morales irreprochables, lo que llama la atención de
“Conspiración Divina” de Tarik Saleh. Crítica. Intrigas y misterio hay en todos lados. Francisco Mendes Moas Hace 6 horas 0 9 Tras un exitoso paso por los festivales de cine del mundo, llega a los cines de argentina “Conspiración Divina” de Tarik Saleh. En la edición 2022 de Cannes se consagró con el galardón a mejor guión. Se estrenó en una semana complicada entre películas de Marvel y otras de grandes directores argentinos, sin embargo se presenta como la que viene ocupar el lugar excéntrico en la cartelera. Proveniente de una humilde familia de pescadores, Adam es becado y puede concurrir a la prestigiosa universidad de Al-Azhar de El Cairo. Epicentro del poder del islam. Apenas comenzadas sus clases el Gran Imán fallece, dejando acéfalo el centro de poder. Desde este punto se ve involucrado en una intrincada lucha de poder y codicia entre el gobierno y las altas esferas religiosas. De manera inteligente, la película se encarga de enseñar al espectador el funcionamiento del universo islamico, sobre todo para los occidentales. Sin embargo una vez aprendidos, descubrimos que no se trata de una problemática que tenga que ver específicamente con la religión, sino con el poder. Y este pareciera tener la misma cualidad que las matemáticas, funciona igual en todo el mundo. Maneja muy bien un concepto fundamental en este género de películas. La dinámica títere/titiritero pareciera no tener fin, llegando un punto en que no se sabe quién maneja los hilos de que. Como supieron hacer Hansel y Gretel, la narrativa deja las migajas para que el espectador las siga en su mente y se adelante a los hechos. Los cuales sorprenden desarrollándose de manera algo diferente a lo esperado. “Conspiración Divina” de Tarik Saleh es una telaraña que captura la curiosidad del espectador rápidamente. No solo eso, sino que juega con las expectativas habilidosamente. Y si bien a priori podría parecer una película sobre la religión islámica y su relación con el poder, se puede extrapolar sin esfuerzo alguno a cualquier religión.
Un tenso thriller en el que un humilde estudiante de una de las universidades más prestigiosas del mundo islámico terminará en el centro de una mortal puja de poderes entre la policía, políticos y religiosos.
Es un policial que tiene lazos inquietantes entre las relaciones del poder, la corrupción y la religión. Y además se desarrolla lo que para nosotros es un ambiente exótico. Aunque la película del realizador Tarik Saleh se filmó en Turquía y Suecia, la acción transcurre en la histórica mezquita de El Cairo, Al-Azhar, el centro de enseñanza del islam sunita. Hasta allí llega el hijo de un pescador, de una familia muy humilde que ha sido seleccionado como estudiante. Un honor que celebra porque se supone que sale de su destino marcado. Sin embargo en ese lugar de estudio se verá mezclado en una trama de espías, obligado a ser un corre ve y dile entre los distintos sectores en lucha y a presenciar que para el poder dictatorial de Egipto no hay límites para imponer su voluntad. También es una trama muy bien urdida que nos permite seguir esa mirada sobre el crecimiento de un chico inocente que adquiere una inteligencia al servicio de sobrevivir a amenazas no solo para él sino para su padre. En ese ámbito donde se supone que solo interesan los temas sagrados y la discusión de las escrituras, la pelea para imponer voluntades y candidatos de conductores espirituales es a matar o morir. El protagonista se relaciones con un agente de seguridad que le impondrá un impresionante juego del gato y el ratón, donde nadie estará seguro de nada. Una mirada inteligente del director que también escribió el guión y apuntes de situaciones tan impensadas para el mundo occidental como una competencia que se parece a una batalla de rap pero en realidad es recitando de memoria de los versículos de El Corán. Una mirada critica a nuestro mundo y hacia los distintos sectores en pugna. El sordo ruido de los intereses en juego, la danza macabra de la que nadie quisiera participar.
«Conspiración divina», el estreno que distribuye Impacto Cine esta semana en nuestra ciudad, es una cinta que viene precedida por un importante reconocimiento festivalero. Cobró visibilidad al ser premiada en Cannes y ahora, la tenemos en nuestras pantallas. Es importante decir primeramente, que su director, Tarik Saleh, es un cineasta que tiene profundas raíces egipcias, aunque esté radicado en Suecia. Su mirada de europeo lo trae de vuelta a El Cairo, como en su primer largomentraje («The Nile Hilton incident») a presentar un thriller de intriga, donde las motivaciones centrales de los protagonistas ofrecen un escenario complejo en el cual la política y la religión son eje de profundos intereses. Saleh no es bien recibido en Egipto y por eso, esta cinta fue rodada en Turquía y Suecia, hecho que delimita un posicionamiento ideológico fuerte, que logra verse reflejado en la historia que se cuenta. Todo comienza cuando un joven pescador, en un área rural costera, recibe su soñada respuesta: ha recibido una beca para estudiar en la universidad de Al Azhar, centro neurálgico y formador del mundo Islam y va hacia allí con todas sus expectativas de aprendizaje. Adam, el chico en cuestión (Tawfeek Barhom), entonces comienza su cursada, dentro de un universo bastante hermético y con una férrea disciplina de trabajo. A poco de llegar a la universidad y mientras intenta adaptarse a este nuevo mundo, él es testigo de un asesinato. Un compañero de clases muere y los responsables están en en la universidad, hecho que comienza a pintar el escenario donde se jugará la historia. Ibrahim (Fares Fares), un policía del aparato de Seguridad del Estado, lo elige entonces para infiltrarse dentro del grupo que asesinó al joven y encontrar el móvil y las conexiones para intervenir. ¿Por qué Adam? Simple, es de mirada transparente y no está contaminado ideológicamente. Es confiable. Además, Al Azhar es un lugar donde la religiosidad es todo, pero también hay un problema de fondo que podemos ver en los primeros minutos: el Gran Imán ha fallecido y los grupos que se pelean por sucederlo generan discusiones de alto voltaje político. Sin contar a aquellos musulmanes que quieren un cambio de gobierno y la intervención de Egipto en temas sensibles con inmediatez. Así es que Adam tratará de hacerse pie en ese juego de espionaje y traiciones, mientras que Ibrahim intenta desatar el ovillo, a pesar de las enormes presiones a la que está sometido. La intriga está planteada en forma correcta. El diseño de arte y todo lo que representa el clima en la universidad, está bien logrado (allí transcurre casi toda la acción), pero desde el punto de vista de la narración, hay algunas dificultades. La trama está bien construida pero todo transcurre en forma lenta, con un voltaje pausado que le va quitando ritmo al relato. Supongo que eso sucede porque el director está muy decidido a mostrarnos este universo religioso y político con detalle, con lo cual el avance de la investigación y las luchas al interior de ese espacio de disputa, tienen un interjuego más dialéctico que cinético. Eso le juega en contra a la cinta porque si no decifran rápidamente el contexto, el relato se vuelve tedioso. Puede decirse que «Conspiración Divina» es un film aceptable, aunque lejos está de ofrecer un voltaje como thriller que lo haga distinguible en la cartelera. Sus valores (que los tiene) reducen su oferta a presentar un relato sencillo, más descriptivo que emotivo, cuyo mayor acierto es mostrar el entorno cultural y de la fe que presenta, como carta ganadora. Quizás por eso, me atrevo a decir que se encuentra lejos, de ser considerado un producto atractivo. Si la temática les interesa, es un film con cierto costado didáctico, para entender más del mundo musulmán.
Un peón en el tablero Desde que se inaugurase en 1869 el Canal de Suez, una vía de comunicación artificial de suma importancia para el comercio internacional de petróleo, materias primas y productos manufacturados entre Europa y Asia porque une al Mar Mediterráneo con el Golfo de Suez del Mar Rojo, Egipto quedó en mayor o menor medida en manos de un Reino Unido que extendió su soberanía neocolonial hasta mediados del Siglo XX, un momento en el que la Revolución de 1952 llevó al poder al Movimiento de Oficiales Libres y a su líder máximo, Gamal Abdel Nasser (1954-1970), héroe del panarabismo de influjo socialista que sería sustituido luego de su fallecimiento por Anwar el-Sadat (1970-1981), aquel colega que hizo exactamente lo contrario porque reemplazó a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como aliado fundamental con los Estados Unidos e Israel y se volcó a reformas políticas y económicas pro mercado que hambrearon al pueblo. Después del asesinato de el-Sadat, a raíz de sus repetidos coqueteos con los grupos extremistas islámicos para sacarse de encima a la oposición de izquierda, Hosni Mubarak (1981-2011) asume el cargo de presidente de Egipto y sigue la estela de fraudes y diversas elecciones de candidato único que siempre caracterizaron al país africano, amén de una suerte de continuidad capitalista con respecto a lo hecho por su antecesor que una vez más se corta con esa Revolución de 2011 que lleva al poder a la rama moderada de los Hermanos Musulmanes, una organización fundamentalista muy deseosa de sustituir a estas farsas democráticas por califatos, así las cosas Mohamed Morsi (2012-2013) sale elegido como nuevo presidente, el único producto de comicios más o menos legítimos, aunque pronto es derrocado mediante el Golpe de Estado de 2013 que entroniza al tirano actual del país, Abdel Fattah el-Sisi, quien como todo payaso de derecha del Tercer Mundo se la pasa endeudándose, reduciendo subsidios a los servicios públicos, aumentando el costo del transporte y eliminando la carga impositiva sobre los sectores más concentrados/ poderosos, además de la reducción paulatina de toda asistencia social estatal. Conspiración en El Cairo (Walad min al-Janna, 2022), quinto largometraje ficcional del director sueco de linaje egipcio Tarik Saleh, es precisamente un ataque abierto y bastante virulento a el-Sisi y su movida política/ cultural/ religiosa/ cuasi monárquica de situar a un ladero suyo en lo más alto de la Universidad de al-Azhar y la Mezquita de al-Azhar, dos instituciones hermanadas y muy importantes dentro del islamismo mayoritario sunita y por cierto controladas por el Gran Imán de al-Azhar, título de carácter eclesiástico y comunal que durante siglos se mantuvo independiente con respecto a los vaivenes de los Golpes de Estado y las elecciones espurias de Egipto, a su vez un modelo a seguir en el ecosistema musulmán de todo el planeta. Adoptando un marco de thriller de espionaje y/ o político aunque sin descuidar un sustrato amargo de relato de aprendizaje o bildungsroman, el film nos presenta el derrotero de Adam (ese perfecto y lacónico Tawfeek Barhom), un joven de una familia de pescadores de Manzala que recibe una beca para estudiar en la sede principal de El Cairo de la universidad, con el beneplácito de su cariñoso pero estricto padre (Samy Soliman), y que termina inmiscuido en una operación por parte de el-Sisi para aprovechar la muerte del último Gran Imán y llevar al poder a un candidato afín, Omar Beblawi (Jawad Altawil), lo que implica eliminar a la competencia, primero un ciego de vasto prestigio y sin afiliaciones políticas, Negm (Makram Khoury), y segundo un jerarca militante cercano a los ahora proscriptos Hermanos Musulmanes, Durani (Ramzi Choukair). Las órdenes bajan desde el General Sakran (Mohammad Bakri) al jefe de la Seguridad del Estado, el maquiavélico y desalmado Sobhy (Moe Ayoub), quien a su vez le encarga a un oficial veterano, Ibrahim (Fares Fares), que reemplace al último infiltrado en la casa de estudios, el recientemente asesinado Zizo (Mehdi Dehbi), con otro “ángel”, hablamos de un estudiante de primer año aún sin corromper para que oficie de informante y sabotee las candidaturas de los otros profesores/ imanes de al-Azhar con vistas a garantizar el ascenso de Beblawi. La película, filmada en Turquía y especialmente en la imponente Mezquita de Solimán de Estambul, trabaja muy bien el doloroso discurrir del complot porque nuestro protagonista primero traba amistad con Zizo, el asistente de un Negm que después de la muerte del muchacho confiesa su asesinato siendo inocente con la idea de revelar la verdad durante el juicio, eso de que Zizo era un infiltrado de los servicios secretos y que fue ejecutado porque su identidad fue revelada sin que sepamos exactamente cómo ocurrió, por ello Ibrahim recluta al ingenuo de Adam para que se infiltre en una célula universitaria de los Hermanos Musulmanes comandada por Soliman (Sherwan Haji), el asistente/ discípulo de Durani. La criatura de Barhom eventualmente es descubierta por el líder estudiantil pero su manejador lo rescata justo a tiempo y obliga a Soliman a renunciar para situar a Adam como el nuevo sirviente del imán, de quien descubre un secretito escabroso porque dejó embarazada por fuera de su matrimonio a una adolescente de la edad de sus hijas, mocoso ya nacido de por medio. Ibrahim insta a su peón a pasarle el dato a la competencia en la sucesión y amigote de el-Sisi, Beblawi, con quien concuerda acusar a Durani en una conferencia religiosa para anular su candidatura y rápidamente provocar que el testaferro institucional se transforme en el flamante Gran Imán de al-Azhar, eje fundamental de la jurisprudencia en términos de la autoridad en el universo islámico. Conspiración en El Cairo, como aquellas realizaciones de la época de la Guerra Fría símil El Embajador del Miedo (The Manchurian Candidate, 1962), de John Frankenheimer, Archivo Confidencial (The Ipcress File, 1965), de Sidney J. Furie, y El Espía que Vino del Frío (The Spy Who Came In from the Cold, 1965), de Martin Ritt, no sólo retrata el carácter antropófago y mitómano del poder en las sombras sino su absurdo y los problemas de conciencia que a veces surgen en la práctica, aquí representados en la agria pugna entre la frialdad lambiscona de Sobhy y los escrúpulos éticos/ morales de un Ibrahim que se niega a “desechar” sin más a Adam una vez que la misión llegó a su fin. Saleh nunca fue un cineasta parejo a nivel cualitativo y por ello en su producción artística es posible hallar desde trabajos mediocres como Tommy (2014), drama criminal bastante olvidable, y El Contratista (The Contractor, 2022), debut anglosajón y thriller de acción con ecos indisimulables del Jason Bourne de Matt Damon, pasando por obras atendibles en línea con Gitmo (2005), documental codirigido junto a Erik Gandini sobre el Centro de Detención de Guantánamo y las torturas durante la administración del genocida George W. Bush, y Metropia (2009), fantasía animada avant-garde muy influenciada por Brazil (1985), de Terry Gilliam, hasta películas estupendas como la presente y la otra colaboración entre el director y el maravilloso intérprete Fares Fares, Crimen en El Cairo (The Nile Hilton Incident, 2017), un neo noir por un lado inspirado en el homicidio de la cantante libanesa Suzanne Tamim, ocurrido en la Dubái de 2008, en los Emiratos Árabes, y por el otro lado consagrado a pegarle a las postrimerías de la dictadura de Mubarak circa la Revolución de 2011 que lo desbancó, en esencia denunciando la corrupción, el autoritarismo, la enorme pobreza, las redes mafiosas, la ignorancia popular y la impunidad y crueldad del aparato represivo de Egipto, siempre sostenido por esa alianza cívico militar que se mantiene en el poder desde el gobierno de el-Sadat con la venia del Fondo Monetario Internacional y las potencias occidentales que lo controlan. Conspiración en El Cairo, en este sentido, puede leerse como un estudio de la paranoia voraz de los cuadros dirigentes y también como una secuela espiritual de la obra anterior aunque en versión invertida, ya que otrora teníamos el periplo de Noredin Mostafa (Fares) desde el envilecimiento hacia una especie de redención parcial y en esta oportunidad nos encontramos frente al viaje opuesto desde la inocencia hacia esa putrefacción que domina en las altas cúpulas del capitalismo estatal subsidiario, apenas otra pieza en el tablero geopolítico internacional que lleva a aquellos conscientes de la manipulación a replegarse para regresar a labores nobles como la pesca ultra artesanal…