“Los ideales son pacíficos, la historia es violenta”, intenta reculcarle Don 'Wardaddy' Collier a Norman, un joven con aptitudes para estar en oficina pero que de repente es arrastrado a la parte más cruda y física de la guerra. Junto a tres soldados más, ellos prácticamente viven en un tanque de guerra llamado Fury, como el título de la película en su idioma original.
Diferentes personalidades, aunque moldeadas más que a nada a partir de estereotipos (el novato, el experto veterano, el latino, el tosco, el cristiano), ellos luchan por un mismo ideal, más allá de las diferencias que a veces surgen, quizás causadas por todo lo que el horror visto y vivido les produjo en su mente. Pero además los mueve el instinto de supervivencia.
Brad Pitt interpreta a un soldado muy diferente al que interpretó para Tarantino, aunque su propósito sea uno muy parecido. Acá la película es más oscura aunque por momento igual de sangrienta, sin lo estilizado que hace del cine de Tarantino algo tan disfrutable.
Logan Lerman es el joven que no tiene modo más sencillo de salir a la vida, de crecer, que enfrentarse a la muerte que no termina de entender. Es el personaje a través del cual miraremos esta Alemania hostil para los americanos a medida que él llega a la adultez, porque en parte de eso va su historia también. Un primer amor, un primer encuentro íntimo, pero también el primer muerto que ve con sus ojos y luego la primera muerte que él mismo provoca.
Amigos, hermanos, familia. Es en eso en lo que se convierten estas personas que se protegen mutuamente y conviven en este tanque, que parece nunca detenerse.
La película dirigida por el mejor conocido por su trabajo como guionista, David Ayer, es por momentos muy seria, más de lo que le conviene. Y a la vez no teme sorprender con escenas muy sangrientas pero de un modo espectacular, lo que le resta seriedad. Eso sumado a un juego extraño que se hace con los disparos entre alemanes y estadounidense, para diferenciarlos, que recuerda a Star Wars, nos aíslan del clima denso que en muchos momentos logra alcanzar.
Más allá de eso, es una buena película de guerra, dura, reflexiva. El problema es que no aporta nada ya al cine bélico, no se queda impregnada en uno y no dan muchas ganas de volver a verla, especialmente si no se es asiduo a este tipo de cine.