Antes que nada me gusta aclarar a quien leen: disfruto muchísimo tanto el cine como la literatura bélica y todos tenemos que reconocer que después de tantas novelas y films, la Segunda Guerra Mundial tiene cierto encanto hipnótico: siempre hay una historia más que contar, siempre un nuevo frente donde derrotar nazis. Entenderán que ahí cuando todas lloraban al final de “Love Story”, yo lloraba con el final de “Sin novedad en el frente”.
Fury es una maravillosa representante del género, pero con ciertos elementos que en el cine bélico americano no veo hace tiempo: personajes poco gallardos y una crudeza que hace mucho hace falta. Este film recrea la historia del famoso tanque que sostuvo solo un punto crucial para que los Aliados pudieran recibir municiones y alimentos cuando ya estaban en Alemania.
¿Dato maravilloso que suma para mí mil puntos más? El tanque que es el personaje principal del film no es una réplica, sino el tanque histórico, único de ese modelo Sherman y no se usaron maquetas.
Para que uno desarrolle mayor empatía, la historia empieza cuando dentro del tanque vemos que han perdido a uno de los cinco integrantes y la relación entre ellos. El reemplazo es un chico que era oficinista (Lerman) y hace ocho semanas está en el ejército con lo cual el instinto es que ese chico pueda estar a la altura, pero al mismo tiempo la terrible pena de lo que tendrá que ver en su estadía.
David Ayer se carga al hombro este proyecto, que escribe y dirige, y su sello se nota. Ahí donde ya nos ha llevado por las calles en “Día de entrenamiento” y “End of watch” su estilo siempre es el de conectarnos con lo más visceral y lo maneja maravillosamente bien con su uso de cámara subjetiva, su tensión y su ritmo visual.
La película, además, cuenta con una fotografía impresionante donde no se busca avejentar la imagen (recurso que hemos visto hasta el cansancio pero que sólo le funciona bien a Spielberg) sino virar toda la paleta al verde y aplacar los colores con gris. De repente todo el mundo está cubierto de polvo.
La música, si bien tira un poco más a lo épico que a la construcción realista y visceral a la que apuntan visualmente, hace que ese contraste permita que se eleven las acciones de estos personajes que no buscan ser ni justos ni héroes, si no sobrevivir de la forma más básica: matando nazis. En cuanto a las actuaciones, Michael Peña vuelve a estar en la escena de Ayer y como todas las veces, no decepciona.
A él se suman un John Bernthal haciendo siempre lo mismo (el tipo que aparentemente es desagradable por lo crudo pero que termina demostrando ser un genio al final),
Logan Lerman y su cara de nada que aquí funcionan muy bien porque esa cara de niño inocente te parte el alma. Pero la verdadera sorpresa para mí fue Shia Labeouf, quien consideraba con la capacidad actoral de una lechuga pero que en esta película ha conseguido lograr un personaje consistente y conmovedor.
Todas las palmas, claro, son para Brad Pitt, porque amén de que el guión le viene muy bien y está muy bien escrito (pensado hasta el mínimo detalle), y además de ser un buen actor, él tiene algo que no puede actuarse: carisma. En pantalla no podés dejar de mirarlo. Y para el sargento a cargo, eso es algo esencial. El resultado final es una película cruenta y visualmente muy completa. Como fan del género salí muy satisfecha y la recomiendo para todos los que disfruten de las trincheras. Un ritmo que no te deja ir así que es de las pelis que aún viéndolas en trasnoche, no te deja dormir