Eduardo Pinto escribe y dirige Corralón, una incómoda película sobre las diferencias de clases en una Buenos Aires en blanco y negro.
Una Buenos Aires gris, casi siempre lluviosa o nublada. Juan e Ismael trabajan transportando materiales de un corralón y pasan sus momentos libres entre alcohol, charlas intrascendentes (en su mayor parte sobre mujeres y sexo) y simplemente esa cotidianidad a la que están acostumbrados y en la cual se sienten cómodos. Dan vida a esa amistad conformada por el que habla todo el tiempo y aquel que es más callado para hablar sólo lo necesario.
Toda esa rutina, ese mundo que les es propio, se ve sacudida con la aparición de un nuevo cliente del jefe para el que trabajan. En el primer día de trabajo con ellos, aparecen borrachos y la mujer estalla en nervios por unas plantas. Pero el verdadero conflicto radica en otro lado. Tras ese primer choque queda evidenciado el modo de pensar y de tratar que tienen estas personas de una clase social más alta a aquellos que están por debajo de la de ellos.
A Juan eso lo vuelve loco, el sentirse que lo tratan con aire de superioridad sólo porque tienen más dinero que él, y tras unas malas actitudes decide enseñarles una lección. Ismael termina convirtiéndose en cómplice de un Juan que secuestra y trata como perros -esos perros por los que siente tanta fascinación-, al matrimonio en cuestión.
Luciano Cáceres interpreta con solvencia a este personaje de pocas palabras, en una actuación contenida pero sumamente expresiva. Juan, como esas calles de Buenos Aires, parece siempre a punto de explotar. En cambio Pablo Pinto logra aportar, en muchas de sus escenas, algo de frescura con su personaje, consiguiendo que el tono de drama tenso no siempre se apodere del relato pero sí vaya creciendo en los momentos álgidos.
Corralón es una película que se toma su tiempo para retratar la cotidianidad de estos personajes y explota cuando lo hace su protagonista y deja salir su costado animal. Su estética de blanco y negro y la música le imprimen al film un estilo muy particular, de un terror que genera miedo porque se percibe mucho más real. Un miedo a lo que va a pasar, a no saber (o sí) cómo va a terminar todo.