Hay matrimonios que jamás deberían celebrarse, duelos que nunca deberían ser batidos y géneros que siempre deberían permanecer en estamentos estancos. La aleación de los metales más incompatibles podría llegar a ser todo un éxito en comparación con la unión de los cowboys con los aliens.
Dirigida por el actor/realizador Jon Favreau, la historia se sitúa en Absolution -un desértico pueblo de Arizona-, allá lejos y hace tiempo en el año 1873. Un fugitivo amnésico (Daniel Craig) despierta en medio de la nada con una única pertenencia: una extraña muñequera que parece soldada a la medida de su brazo. En medio de la confusión y una discusión con el poderoso terrateniente Dolarhy (Harrison Ford), Absolution es atacado por naves espaciales y depredadores extraterrestres que vienen en busca de seres humanos.
Con la ayuda de Doc (Sam Rockwell), una mujer enigmática (Olivia Wilde), el nieto del sheriff, algunos guerreros Apache y ciertos forajidos con los que se topan en el camino, el hombre sin recuerdos y el déspota malhumorado, deberán exterminar a los invasores y liberar a su pueblo.
Desde el momento en que se anunció la realización de este filme, otro de los intentos por reflotar el género western al precio que sea, más de uno se preguntó como resultaría la combinación de dos personajes clásicos de la gran pantalla. Descubrir que Harrison Ford desechó el guión en la página treinta y que debió ser convencido de aceptar este rol ya que era “lo que la gente quiere ver en la actualidad”, tal como lo confesó en una reciente entrevista, nos permite descubrir los entretelones de tamaño collage. Que el desenlace sea previsible y que las situaciones se reiteren cíclicamente tampoco ayuda demasiado. Si hay algo que confirma Cowboys & Aliens es que una sumatoria de grandes nombres detrás de cámaras (produjeron Ron Howard y Steven Spielberg, escribieron Alex Kurtzman, Roberto Orci y Damon Lindelof), no garantiza la efectividad de una película.