Espuelas y láseres
Nada nuevo bajo el sol. O entre las piedras. Tan sólo un esperable puré de géneros como el western y la ficción científica, que podía resultar en una gran película o en esta que agrada, entretiene, gusta, pero deja la sensación de haber sido un entrenamiento para encarar cosas mejores que vendrán más delante de la mano de productores como Steven Spielberg o Ron Howard, dos de los que firman ponen su sello desde el lado de atrás de las bambalinas a este producto.
Algunos primeros minutos para acomodar el GPS en el tiempo y el lugar de la acción, y después de eso el vértigo en estado puro. Un cowboy despierta a la realidad con una amnesia completa que de a poco empieza a revertir. Una brazalete luminoso que no se puede quitar, una herida en el abdomen vaya a saber producida por qué, un cartel que dice que lo busca la ley por robar el oro de una diligencia, un rudo ganadero que quiere cobrarle una deuda, y una bella mujer que parece conocerlo y lo sigue sin mucho justificativo por un pueblo casi fantasma.
Los recuerdos comienzan a hilvanarse, las explicaciones a aparecer, mientras un elemento todavía más extraño hace su aparición. Naves espaciales que disparan rayos láser y extraterrestres parecidos a gigantescas langostas, vaya que un elemento ajeno a ese paisaje clásico de la épica norteamericana, propiedad del polvo, el whisky y el hombre, blanco o indio, a caballo.
Cowboys vs aliens se queda en el montón y no logra sobresalir como película del cine clase B, un “género” en sí muy noble, donde se monta un divertimento tan contagioso que consigue voltear los prejuicios de muchos espectadores, como por ejemplo los que podrían considerar que es algo rústico juntar a un extraterrestre con un apache, o al héroe americano de aventuras de la década del ’80 (Harrison Ford, Los cazadores del Arca Perdida) con el ícono del cine de espionaje británico de los ’90 (Daniel Craig, James Bond) en un mismo filme.
En este largometraje ocurre algo de eso. Y por momentos funciona.