La sombra paterna
Ver Creed II (2018), protagonizada, escrita y producida por Sylvester Stallone, es una experiencia equivalente a escuchar un cover de una canción que ya conocemos de memoria y que supimos disfrutar en un pasado bastante remoto, aunque con la gran salvedad de que el ejecutante es un veterano que domina todos los gajes del oficio y contagia su destreza a sus compañeros. Por supuesto que Creed: Corazón de Campeón (Creed, 2015) es mejor película y que asimismo nada de la saga jamás consiguió superar a aquel pequeño film independiente intitulado Rocky (1976), pero hay que reconocer que esta suerte de remake implícita y combinada entre la propuesta anterior y Rocky IV (1985) por lo menos posee un corazón enorme que saca a flote la fórmula -el hijo de Iván Drago contra el hijo de Apollo Creed, con Balboa como entrenador- y hasta nos regala una obra cargada de humanismo.
Muy lejos de la despersonalización hiperbólica del opus de 1985 para con el villano, aquel monstruo soviético interpretado por Dolph Lundgren y producto de la perspectiva chauvinista norteamericana de la Guerra Fría, en esta oportunidad Creed II -acorde con los tiempos que corren- ofrece un retrato bastante amable tanto de Drago (vuelve Lundgren) como de su vástago Viktor (Florian Munteanu), el primero con ganas de luchar contra el hijo de Apollo, Adonis Johnson (Michael B. Jordan), para recuperar el respeto que perdió en su tierra natal por la derrota contra el personaje de Sly y el segundo por la simple idea de contentar a su padre, ganar posiciones en el mundo del boxeo y concretar una venganza indirecta contra Rocky por haber desencadenado además que su madre y la esposa de Iván, Ludmilla Drago (regresa la tremenda Brigitte Nielsen), los haya abandonado de inmediato.
Ya sin el director y guionista de la primera propuesta en el horizonte, Ryan Coogler, el septuagenario Stallone y su testaferro en la silla del realizador, Steven Caple, manejan con sumo cuidado y dedicación la premisa de base, léase el ansia maquillada de revancha de Johnson contra un Iván que mató a su padre arriba del ring 33 años atrás, condimentándola incluso con el nacimiento de la hija de Adonis y su pareja Bianca (Tessa Thompson), una beba que hereda los problemas auditivos de su madre. El desarrollo es el mismo de siempre con un match inicial en el que Johnson, ahora campeón de los pesos pesados, recibe una soberana paliza a manos de Viktor luego de un entrenamiento en el que Rocky se negó a participar, y una segunda pelea en Moscú en la que Balboa sí prepara al muchacho, tan magullado en su orgullo como a nivel físico por el generoso poder de los golpes del ruso.
Lo mejor que se puede decir de Creed II es que se toma su tiempo para cada una de las situaciones planteadas, edifica un desarrollo astuto de personajes y -gracias al detallismo y el gran desempeño del elenco- logra que nos interese el destino de los protagonistas, en esencia individuos reales en un mundo auténtico repleto de injusticias y salidas varias azarosas. En una época hegemonizada por productos mainstream anodinos, huecos y con una estética e idiosincrasia símil plástico digital que ni siquiera resultan exitosas en el ámbito de la nostalgia porque sólo generan rechazo por su sustrato estéril y cosificante, la verdad es que uno puede obviar que la fotografía poco imaginativa de Kramer Morgenthau deja mucho que desear en las peleas y que desde ya todo el derrotero es más previsible que un novelón de la tarde, lo que por otro lado pone de manifiesto la necesidad de una vuelta al naturalismo formal de antaño -como el aquí desplegado- y los buenos dividendos dramáticos que sigue entregando el antiquísimo recurso de apelar a la sombra paterna, tanto la que abarca la dupla Adonis/ Apollo como su homóloga Viktor/ Iván, dos caras de una misma moneda que hoy es exprimida con perspicacia, serenidad y bastante coherencia…