Comunidad y metamorfosis.
Gran parte del cine europeo de género juega de manera consciente desde un rol opositor para con lo que suele ser la producción del mainstream norteamericano de nuestros días, flexibilizando la distancia a conveniencia según los intereses del realizador de turno. Así las cosas, podemos encontrarnos con diferentes disyuntivas formales en una rivalidad que nunca llega al terreno del fundamentalismo, ya que funciona como una mixtura siempre abierta al diálogo: está la estrategia centrada en extremar el discurso (volcando el relato hacia la severidad), la opción satírica implícita (que gusta de señalar los puntos ridículos de Hollywood) y finalmente la maniobra del contraste (el combinar géneros a pura anarquía).
Indudablemente Cuando Despierta la Bestia (Når Dyrene Drømmer, 2014) opta por la primera alternativa y construye una relectura eficaz de varias temáticas en torno a los licántropos, esa eterna metáfora acerca de la animalización del ser humano y la intolerancia del entramado social en lo referido a la aceptación del diferente, el pánico más irreflexivo y el afán “civilizador” a cualquier costo. Con ecos lejanos de la excelente Criatura de la Noche (Låt den Rätte Komma in, 2008), la ópera prima de Jonas Alexander Arnby -un asistente de utilería de Lars von Trier reconvertido en director- logra unificar sutilmente los pormenores comunales y la metamorfosis hacia la piel de la bestia, hoy el engranaje bicéfalo del horror.
De hecho, la propuesta edifica un puente entre ambas comarcas mediante la “exclusión” de la protagonista, un rescate conceptual que se agradece en un contexto dominado por Estados Unidos y tendiente a la homogeneización infantiloide y la pobreza de recursos. Aquí el guión de Rasmus Birch retrata el entorno familiar/ laboral de Marie (Sonia Suhl), una joven que vive en un pueblito perdido de Dinamarca junto a su madre comatosa y su padre, quien abraza a la docilidad bienintencionada como principio rector de su existencia. La aparición de un sarpullido en su pecho y el trato violento por parte de sus compañeros de trabajo serán los primeros síntomas de que la colectividad le reserva una cacería salvaje.
Atravesando con solvencia tópicos candentes e históricos como la inevitabilidad del linaje, el odio consensuado y el anhelo desesperado en pos de sobrevivir, el convite presenta un desarrollo dinámico que escapa a los moldes vetustos del cine arty y a esa parsimonia de cotillón de índole festivalera. Si bien por momentos Arnby peca de falta de ideas novedosas a nivel visual, por suerte luego lo compensa dosificando el suspenso y entregando una buena dirección de actores, con la propia Suhl a la cabeza (en especial llama la atención la fortaleza lacónica de su interpretación). La película en general reclamaba un desenlace más intenso, no obstante la masacre de ocasión cumple dignamente con el criterio de justicia…