El talentoso y reconocido actor Julio Chávez decide pasarse al detrás de cámara -sin dejar de permanecer enfrente- y estrena su ópera prima, un modesto drama que retrata un acercamiento entre madre e hijo con la excusa de la filmación de un documental.
Javier es un artista plástico (el arte que aparece en la película es creado por el propio Chávez) que un día decide hacer un documental sobre su madre. Pero no el tipo de documental que implica que la siga a todos lados con una cámara, sino que la sienta en el sofá y la graba mientras le hace preguntas. Preguntas sobre su infancia, sobre su personalidad, sobre su lugar de madre.
Sin una premisa muy original pero un lindo desarrollo de la trama, es que nos encontramos con un hombre al que en realidad no le interesa tanto la idea de grabar los testimonios de su madre, de preservarlos, sino de poder hablar con ella, acercarse. Incluso hay momentos en que parece olvidarse que está la cámara, o conversaciones que continúan fuera de ella, en otro lugar.
«Cuando la miro» resulta valiosa especialmente por ese duelo actoral entre un encantador Julio Chávez, que se muestra siempre atento, sensible y con una sonrisa en su rostro aún cuando las lágrimas amenazan con escaparse de sus ojos, y la madre que interpreta Marilú Marini, una señora impredecible de un carácter muy especial, a veces demasiado risueña y siempre muy directa. Ese hablar las cosas de la manera más frontal es lo que remueve cosas en Javier, escucharla contar secretos o decir que no estaba preparada para ser madre, o que aun a esta edad todavía siente impulsos sexuales, o que no pueda aceptar la homosexualidad de su hijo. En este último aspecto es que se presenta una contrariedad curiosa: a veces esta mujer mayor parece tener una mentalidad adelantada para su época, capaz de correrse del rol de lo que una mujer es y debería ser, pero por el otro lado tiene un pensamiento retrógrado con respecto a la sexualidad de su hijo que no consigue entender. Una galería de temáticas de la vida que se abordan desde estas dos perspectivas que esperan acercarse para al menos entenderse.
En este rico duelo actoral, Chávez parece dejarla a Marini que se luzca. Ella es el corazón de la película, con su actitud impredecible y sus testimonios espontáneos y tajantes, mientras que Chávez apuesta por una interpretación más sobria y sutil que otras veces. Con esta historia se podría haber caído en un drama sensiblero y aburrido pero ambos lo llevan a un costado más amable, jocoso por momentos, pero también tierno y emotivo.
Chávez consigue impregnar su película de una intimidad palpable. Capaz de hacernos reír y emocionar. Pero el guion escrito junto a Camila Mansilla cae en el último acto apostando por un efecto sorpresa que desvaloriza un poco lo construido anteriormente. Parece una decisión perezosa si al final es el azar lo que termina de definir todo. El impacto es real de todos modos y una se queda como el último plano de esa mujer sobre la ventana.