Santuario de sombras.
Así como el terror es el género más noble y dinámico entre todos los que andan dando vueltas en el ámbito cinematográfico porque prescinde de presupuestos abultados, estrellas de moda o esa catarata de artificios digitales y planteos optimistas con vistas a dejar contento al espectador abúlico promedio; de la misma forma constituye -como ningún otro estrato de la industria- una usina de talentos que surgen desde los márgenes. Una y otra vez los verdaderos fans del género nos encontramos expectantes ante cada nueva ópera prima, una disposición que en muchas oportunidades desemboca en decepciones, salvo contados descubrimientos en el campo de los directores. Por suerte Cuando las Luces se Apagan (Lights Out, 2016) viene a engrosar una lista de films recientes muy gratificantes que parecen indicar un repunte de calidad a nivel general, por más que sólo sea fragmentario.
Ya el mismo título aclara el contexto en el que aparece la “entidad” de turno, una señorita con uñas largas y afiladas que responde al nombre de Diana (Alicia Vela-Bailey), sólo resta decir que el objeto de su obsesión es Sophie (Maria Bello) y sus dos hijos, el pequeño varón Martin (Gabriel Bateman) y la mayor Rebecca (Teresa Palmer). Siempre moviéndose en la oscuridad, Diana por un lado controla a una Sophie en constante depresión, todo encuadrado en una especie de “amistad” malograda, y por el otro limita la influencia que en el vínculo podría llegar a tener la fauna masculina, como lo demuestra el trágico destino de las parejas de la susodicha. Aquí el realizador David F. Sandberg convierte en largometraje su corto homónimo de 2013 y sinceramente da cátedra en lo que respecta a la utilización de los jump scares, un mecanismo que creíamos agotado/ difunto por tanta sobreexplotación.
La película, a diferencia de gran parte del andamiaje hollywoodense de nuestros días, se toma muy en serio dos tópicos fundamentales de cualquier relato que pretenda apuntalar un trasfondo verosímil de una crisis psicológica, a saber: en primera instancia el estado de vulnerabilidad producto de trastornos arrastrados a lo largo del tiempo, y en segundo lugar el proceso de desintegración familiar subsiguiente. Si bien la historia hace foco en los intentos desesperados de Rebecca por proteger a su hermano, el periplo en ningún momento de transforma en una batalla asimilable a esa categoría extremadamente simplista de “nosotros versus el monstruo”. Por el contrario, el eje principal pasa por la reconstrucción del entramado afectivo del clan (la distancia entre madre e hija está trabajada con esmero y sensatez) y los vaivenes de la demencia (Sophie fue paciente psiquiátrica durante su niñez).
Quizás llama un poco la atención que Sandberg haya delegado en un tercero el guión de un proyecto en esencia personal como el presente, sobre todo tratándose de su debut en el mainstream, no obstante el desempeño del otrora errático Eric Heisserer es también interesante y hasta permite el lucimiento de una talentosa -y muy bella- Palmer, la cual le imprime a su Rebecca tanto la energía como la sensibilidad necesarias para resolver los dilemas familiares, hoy metaforizados en el santuario de sombras en el que habita Diana. Cuando las Luces se Apagan viene a ratificar que aún es posible entregar obras eficaces y valiosas de terror que si bien están lejos de la vanguardia, sin duda a los devotos del género nos regalan una experiencia de lo más placentera gracias a una combinación de madurez, personajes prudentes, algo de CGI no invasivo y una convicción en verdad irresistible…