Extraña comedia que roza el ridículo
Título extraño para una comedia aún más extraña, que por momentos roza el ridículo. Está ambientada en la zona norte de la Franja de Gaza y trata sobre el conflicto palestino-israelí, pero lo hace en tono de sátira.
El director es el francés Sylvain Estibal, quien trabajó como editor de fotografía de la agencia France Press en Montevideo. Es también autor del guión y con este filme ganó el Premio César (el equivalente francés del Oscar de la Academia de Hollywood) a la mejor ópera prima.
A Estibal se le ocurrió realizar la película cuando fue al puerto a tomar fotografías de un embarque de animales y le contaron la historia del hundimiento de un barco cargado de cerdos frente a las costas del Líbano.
El personaje central de esta historia es Jaafar, interpretado de manera magistral por el actor judío Sasson Gavia, un pescador palestino algo torpe, casado, que es humillado diariamente por soldados israelíes que ocupan la terraza de su modesta casa de adobe.
Cierto día, en su red de pescador aparece un cerdo, lo que le produce una conmoción, pues es un animal condenado tanto por el Corán como por la Torá. Jaafar cree que es una señal divina y un anuncio de una desgracia inminente.
Primero intenta matarlo y luego busca obtener algún rédito económico, pero manteniendo el secreto. La solución le llegará por intermedio de Yelena, una granjera judía que cría cerdos. El negocio se concreta a través del alambrado que en esa zona separa a los territorios de Israel y Palestina.
El segundo conflicto dramático, más grave que el primero (que es la aparición del animal en la vida de Jaafar), es el descubrimiento del verdadero objetivo de la crianza de cerdos por parte de Yelena. Supuestamente se los utilizaría para olfatear explosivos.
Por esta vía y por otro episodio todavía más dramático, se cuela la realidad del conflicto palestino-israelí. Pero eso ocurre sólo brevemente, porque el encuadre que prevalece es el de la comedia, que inclusive incluye un final conciliador a manera de síntesis y mensaje.
El director sugiere que el entendimiento es posible y que las rivalidades se pueden superar, a pesar de las diferencias raciales y políticas que existen en la Franja de Gaza.
La película registra una factura técnica hecha un poco a los "manotazos" y con una menuda preocupación por los valores estéticos. Sobresale como baza principal la actuación de Gabai.