La Franja de Gaza no parece el territorio más apropiado para hacer humor. Sin embargo, la absurda historia del cerdo que cae en la red de un infortunado pescador y le trastorna la vida de las maneras más inesperadas se atreve a utilizarlo y convertirlo en su arma más valiosa para proponer -en clave de fábula, claro- un mensaje pacifista. Obviamente un ejemplar de esa especie no es el huésped más bienvenido en ninguno de los dos lados de la conflictiva frontera, de modo que el insólito regalo con que el azar parece haber creído premiar al desdichado que casi todos los días apenas consigue un puñado de escuálidas sardinitas para sobrevivir resulta pura complicación. ¿Quién puede querer comprar un chancho? Ni pensar en el delegado de las Naciones Unidas, quizás el único que no es musulmán ni judío, pero estuvo al borde del ataque de nervios cuando se lo insinuaron. Quizá los rusos de una colonia vecina, pero ¿cómo llegar hasta ellos con una bestia de 50 kilos y atravesando una región en la que todos la consideran un animal impuro?
A falta de otro comprador, ¿qué queda? ¿Eliminarlo? ¿Esconderlo? Imposible. La solución, por lo menos temporal, será mucho más disparatada y estrafalaria aunque durante algún tiempo rendidora. Pero con ella también vendrán la multiplicación de los trastornos para Jafaar (sólo la fábula puede salvarlo) y la comprobación de que no son tan pocos los parecidos entre israelíes y palestinos.
Film desparejo y sin exageradas pretensiones, Cuando los chanchos vuelen bordea la comedia a la italiana, la farsa con aspiración poética y la tragicomedia, y vira sobre el final hacia la fantasía para subrayar su ánimo conciliador, sin poder evitar del todo que ese desvío implique algún sacrificio de su ligereza.
Pero es en el humor donde residen los principales aciertos del film. En su debut como director, Sylvain Estibal, que viene de la literatura de aventuras y del periodismo (y por eso conoce bien el conflicto árabe-israelí), echa una mirada serenamente irónica sobre la situación en Gaza, sin esconder la violencia pero sin tomar otro partido que el de los que, como seres humanos, la padecen todos los días. En cambio, prefiere atender a las coincidencias. Por ejemplo, la que acerca al soldado israelí instalado en la terraza de la casa del pescador y la mujer de éste, Fatima: una telenovela brasileña que miran juntos y de la que el soldado toma ejemplo cuando las cosas se ponen difíciles para el matrimonio: "Si en Brasil todo termina bien para los desdichados protagonistas de la novela, lo mismo puede suceder entre otros desdichados como nosotros".
En el elenco los que más se lucen son Sasson Gabai, el irreemplazable protagonista (que también lo fue en La visita de la banda), y Ulrich Tukur (La vida de los otros, La cinta blanca), divertidísimo en su breve escena del estallido nervioso.