El origen de todo, la naturaleza, los pueblos que mantienen sus tradiciones vívidas desde el primer día, sirven de disparador para una antología de una belleza extrema que, además, se apoya en el talento de sus protagonistas, que, además, brillan por una adecuada guía.
Mas allá de los valores cinematográficos del filme, que los tiene, algo de la intencionalidad política establecida desde el discurso del mismo termina por degradar esos logros. Ya desde la gacetilla de prensa establecen “errores” que podrían pensarse en esa tónica, (¿Hoy se diría FAKE NEWS?, ¿NOTICIAS FALSEADAS?). El pueblo Mapuche es originario del sur de Chile, a principios del siglo XIX, escapándose de los españoles cruzan la cordillera. En ese ingreso terminan aniquilando a los Tehuelches, los originarios del lugar. Como cuenta el explorador e historiador Guillermo Cox, en su libro “Viaje a las Regiones Septentrionales de la Patagonia” sobre la matanza de Piedra Shotel, de 1820, donde el cacique mapuche Paillacán atacó y aniquilo a los tehuelches con armas de fuego.
Un delicado entramado de historias de tradición mapuche reflejadas en un ritmo distinto, en esplendoroso blanco y negro, y con una comprensión de una sabiduría que el mundo se empeña en no escuchar. Es una mirada poética a cinco relatos unidos por el modo de sentir y pensar de un pueblo originario frecuentemente hostilizado y victimizado. La necesidad de transmitir su conocimiento de un padre a un hijo, en un río donde en el que va el alma de su madre que murió hace poco. O la comunicación que logran desde una niña que regresa del colegio donde le enseñan una cultura distinta, a un músico que se especializó en Vivaldi o un locutor que por fin comprende, a una anciana que lucha por permanecer en la tierra que la vio nacer. Rodada en Wallmapu por dos años, en un territorio ancestral mapuche, Pablo Leónidas Nisenson logra captar ese espíritu sabio que tiene una a alianza entre humano y los elementos de la naturaleza, de tránsito y sabiduría, de respeto y unión. Conto con Juan Palomino, Luisa Cucumil, Beatriz Pichi Malen, Roberto Cayuqueo entre muchos otros comprometidos con lo que muestra y cuenta.
Pablo Nisenson es un director de una trayectoria que sin ser prolífica, lleva varias décadas. Los espíritus patrióticos (1989) y Ángel, la diva y yo (1999) son sus dos películas más conocidas, lo que por supuesto no debe ser motivo de orgullo, ya que son dos ejercicios más que fallidos. Una sátira política de cuarta y un Sunset Blvd digno de olvido. francamente malo. Ahora, con convicción pero sin rumbo, estrena Cuentos de la Tierra (2023), una película en blanco y negro que une cinco relatos entrelazados dentro de la comunidad mapuche. El proyecto llevó varios años y el equipo, así como la producción, incluye a los propios mapuches. Nisenson busca mezclar un registro documental de bellas imágenes del territorio argentino y chileno que los mapuches reclaman como propio y le agrega su impronta poética. Es decir que vuelve sobre aquello que trabaja desde el comienzo de su filmografía: ideas políticas adolescentes bastante elementales y lirismo aberrante en dosis no controladas. Acá los tres directores de fotografía de la película nos regalan bellas postales, pero luego se deben someter a la poesía cinematográfica del director, que al estar bien fotografiada expone más su puerilidad sin gracia. Claro que hay bajada de línea, porque es un largometraje político, además. Uno de los personajes le levanta el dedo del medio al monumento a Roca en Bariloche. El director creyó que ese movimiento de cámara con el dedo frente a nosotros y el monumento de fondo era algo que merecía ser registrado. Y esta gente dirige películas, aunque usted no lo crea. La solemnidad se apodera de cuanto espacio tiene y termina jugando como un gran largometraje para demostrar que los mapuches no merecen nada de lo que reclaman. El director dice que hay una campaña contra este pueblo, pero su película parece ser el mejor exponente de esto.
El crítico Javier Erlij comenta en "100 volando" la película "Cuentos de la tierra".
Llega a las plataformas de streaming una singular película de ficción, en una clase de abordaje que escasea en nuestro medio. En “Cuentos de la Tierra”, la fuerza de la cultura de los pueblos originarios cobra vida cinematográfica a través de cinco historias que se van amalgamando, con sensible trazo poético, para conformar un relato orgánico en consonancia con el concepto ancestral mapuche. Luego de profusa investigación a lo largo de dos años recorriendo territorios autóctonos, el trabajo de investigación implementado por el realizador Pablo Nisenson y la guionista Vivi Suárez traza puntos en común con una ficción que pretende dar voz a un pueblo semi olvidado. Ocho mil años de preexistencia coloca en perspectiva la importancia y permanencia mapuche. En búsqueda de nuevos paradigmas posibles de interpretar la esencia de la comunidad, Pablo Nisenson transita sentires y tamiza su mirada autoral por fuera del esquema antropocentrista que rige la vida. La raigambre que identifica, consolida e identifica el territorio sobre el cual se erige. Armonizan los elementos de la Tierra… Filmada en locaciones como Río Negro, el rodaje sortea dificultades. De modo fortuito, cierta magia parece estar del lado del equipo creativo. “Cuentos de la Tierra”, bellamente fotografiado en blanco y negro, valoriza ciertos detalles técnicos: a los efectos de recrear símiles condiciones, construye canoas que se asemejan a las utilizadas por los pueblos originarios; entre texturas sonoras, una voz a capella e instrumentos ancestrales suplantan a la música incidental de película. La temática ambiental no escapa a los intereses de un realizador que se ha involucrado en elogiosos proyectos de la talla de “La Mirada del Colibrí”. Protagonizada por Juan Palomino y por la artista mapuche Luisa Calcumil, “Cuentos de la Tierra” porta consigo un noble mensaje. Con guion de Vivi Suárez, cada segmento particular traduce, en tono de fábula, un valor específico de conciencia acerca de la preservación de las especies versus la salvaje destrucción de la naturaleza.