Es probable que entre las películas francesas que se encuentran actualmente en cartelera, "Custodia Compartida" sea la que menos llame la atención. Y sin embargo, habría que prestársela. Aunque moleste, aunque sea incómoda, aunque angustie, aunque genere nervios y a uno le cueste respirar aun una vez fuera de la sala.
De tiempos lentos pero con una tensión que va in crescendo hasta llegar a una escena final que es imposible que nos deje inmutados, "Custodia compartida" narra lo que sucede con un niño cuando sus padres se separan y, siempre del lado de las leyes, pasan a compartir su custodia. Un niño (magistral interpretación de Thomas Gioria) que no es tan inocente y conoce bastante lo que sucede y lo que sucedió en el seno de su familia.
La primera escena es aquella en la que padre e hijo junto a sus respectivos abogados exponen su defensa.
Una escena larga, casi en tiempo real, y fría, cercana al registro documental, en la que dialogan de manera tranquila pero cada uno con posturas diferentes. Al final, el juez aprueba la custodia compartida: los fines de semana serán turnados. Julien va con su padre porque la ley le brinda ese derecho pero él no quiere.
Si bien él intenta pasar buenos momentos con su hijo, cuando las cosas no salen como él espera no reacciona de manera tranquila, hay algo contenido en él que de a poco comienza a salir, que amenaza con estallar en cualquier momento. Así que Julien se ve obligado a estar con él pero no tiene por qué (ni acepta hacerlo, al menos no de manera consciente) darle la dirección donde vive con su madre, interpretada por Lea Drucker.
"Custodia compartida" nunca es explícita sino que uno de a poco va comprendiendo los miedos con los que convive Julien y su madre. Y lo que al principio le parecen caprichos a ese padre interpretado de manera poderosa por Denis Menochet van siendo justificados a medida que el relato se sucede. Es que a veces parece a simple vista que no pasa nada y sin embargo nunca dejan de pasar cosas. Y Julien es un gran observador.
Sin muchas palabras, presta atención, escucha y calla frente al padre, con una mirada hastía, cansada y, sobre todo, resignada. El film opta por su punto de vista exclusivo.
La ópera prima dirigida y escrita por Xavier Legrand expone situaciones que lamentablemente son conocidas, como la violencia de género en la propia familia, de parte del hombre que es pareja y es padre.
Así, en algún momento la vida se parecerá a una película de terror para esa madre e hijo. Los maltratos psicológicos y físicos hieren con la misma intensidad. Un film muy duro y tenso, pero siempre necesario, que sirve como denuncia pero más que nada como retrato de la realidad a la que muchas mujeres se ven enfrentadas.