Cuatro mujeres rodean a un hombre. Ellas son su ex esposa, las abogadas de él y ella y la jueza que debe decidir la custodia del hijo menor de la expareja. Enseguida queda claro que el nene no quiere saber nada con volver a ver a su papá, acusado de violento. Xavier Legrand empieza así, como un drama judicial, Custodia compartida y pone al espectador en el lugar de la jueza, que todavía trata a los personajes con absoluta imparcialidad y termina determinando que no hay problema con que el padre vea al hijo los fines de semana.
El espectador tal vez no sepa que estos mismos personajes, la expareja interpretada por Léa Drucker y Denis Ménochet, también protagonizaron Antes de perderlo todo, el corto de Legrand nominado al Oscar en 2014 que mostraba a esta misma Miriam refugiándose con sus hijos de este entonces salvaje Antoine. Ahora, en Custodia compartida, el hombre asegura en la audiencia judicial estar reformado, pero el director, más allá de apoyarse en ascetismo que los hermanos Dardenne impusieron como tendencia entre los cineastas europeos, deja claro en el primer encuentro con el chico que Antoine todavía tiene actitudes violentas.
Con cada una de esas explosiones de furia del protagonista ante casi todo conflicto que se le presenta, la película va tomando la forma de un thriller psicológico hasta meterse de lleno en territorio digno del cine de terror, donde el monstruo toma la forma de un tipo común y corriente que para la justicia, y tal vez para algún espectador, pasó como inofensivo de entrada.
Custodia compartida es una película de impacto, que busca sacudir al público y sacarlo de su lugar de confort. Legrand demuestra su habilidad para construir, y destruir de ser necesario, distintos climas a partir de recursos limitados, como por ejemplo al retratar con muy pocas palabras cómo se arruina una fiesta de cumpleaños sin necesidad de interrumpir un único plano. El momento donde este talento se vuelve más evidente es también el más incómodo, cuando Legrand decide dedicarle el último plano de su película a interpelar la actitud del público, que espía con incomodidad la escalada de violencia cual vecina de enfrente.