Más romance que otra cosa
Hay algo raro en De amor y otras adicciones, que en el fondo es una película muy tradicional. De entrada uno empieza a sospechar: lo primero que vemos es un cartel que nos sitúa temporalmente, la historia comienza en 1996. La pregunta que uno se hace es: ¿por qué ambientar una película en 1996? ¿Tan lejos estamos? ¿Tan diferente es nuestro mundo al de entonces como para poder aprovechar la música y algunos artefactos del decorado para el lado de la nostalgia? ¿Por qué 1996? El argumento, un poco más adelante, se encargará de justificar esa elección; lo importante en realidad es 1997. Pero hay algo ahí que queda molestando. La película transcurre en un mundo muy parecido al de hoy, pero cada tanto nos encontramos con los pager y los celulares viejos que nos hablan de una tecnología que hoy ya pasó de moda.
La película abre con el personaje interpretado por Jake Gyllenhaal, sus trabajos, sus ojitos seductores, su familia, su futuro laboral. Hay algo raro en ese estereotipo de hombre que se voltea a cualquier mujer que le pasa por delante, pero el giro hacia la comedia (ligera) hace que pase desapercibido y su periplo como vendedor para una empresa farmacéutica parece empujar todo hacia un mismo lado. Y de pronto en una sala de médico en algún lugar de Estados Unidos aparece Anne Hathaway (que sabíamos que protagonizaba esto aunque todavía no se la había mostrado) y le vemos una teta. Y ahí cambia todo. De pronto estamos ante una comedia romántica como las que se hacen ahora, en la que la mujer es la que no quiere que haya conexión emocional, en la que hay mucha carnalidad, en la que vemos más de un desnudo (de ella y de él), todo muy posmoderno (aunque seguimos en 1996). Los chistes no son muy buenos, pero el tono se mantiene. Y de pronto esa relación casual se vuelve una relación estable (como es de rigor) y todo vuelve a cambiar otra vez. De pronto nos encontramos en plena chick flick: hay sentimientos, infancias y tragedias, amor sobre todas las cosas, vueltas de la vida. Cuando De amor y otras adicciones entra en la recta final, lo que encontramos se parece más a un melodrama. Y así termina.
Hay algo raro en De amor y otras adicciones y probablemente tenga que ver con todos estos cambios. A pesar del carisma de sus dos protagonistas (Anne Hathaway ilumina la pantalla con solo pararse frente a una cámara, aunque en esta película muestra mucho más que eso), es muy difícil que una película se logre sostener con tanto volantazo. Los chistes no son particularmente memorables y probablemente la película hubiera ganado de haberse entregado totalmente a su costado sentimental.
Con todo, no deja de ser una experiencia interesante ver una película que se arriesga a moverse así. Mucho se queda en el camino pero al final hay algo que queda de todo esto. Sí, al final esta era una película para chicas pero, Parkinson de por medio, aparece algo inesperado. Y Anne Hathaway sostiene cualquier cosa.