John McTiernan revolucionó el cine de acción a fines de los ‘80 con una trilogía extraordinaria que pareció abrir un sinnúmero de posibilidades antes de que Hollywood, fiel a su costumbre, redujera todo a un esqueleto hueco: hablamos de Depredador (Predator, 1987), Duro de matar (Die Hard, 1988) y La caza al Octubre Rojo (The Hunt for Red October, 1990). A pesar de los atropellos de la industria, cada una de estas propuestas dejó una huella indeleble en el campo en cuestión (el horror con toques de ciencia ficción, la testosterona cuasi bélica y el proverbial thriller político, respectivamente). Hoy es la dupla Robert Rodriguez- Nimród Antal la encargada de traernos un nuevo eslabón en la saga de los alienígenas adeptos a la mejor cacería de todas, aquella en la que los seres humanos son la presa. Para tratar de reemplazar a Arnold Schwarzenegger y su pelotón de muchachos ahora contamos con ocho “blancos móviles” que van desde mafiosos y paramilitares hasta psicóticos y condenados a muerte (Adrien Brody, Laurence Fishburne y Danny Trejo componen con eficacia a los personajes más interesantes). Simpática y compacta aunque sin demasiado encanto, la película ofrece un puñado de escenas bien desarrolladas que intentan emular al film original en lo referido a la dinámica narrativa y el contexto del relato (no hay sutilezas, la imitación es explícita). Quizás falta garra pero el convite formalmente es irreprochable, aquí el mayor mérito es del director: Antal sabe construir climas de suspenso claustrofóbico como ya lo había demostrado en la enérgica Hotel sin salida (Vacancy, 2007)...