“Descubriendo a mi hijo” y un arriesgado híbrido del cine israelí.
La cuarta película del director israelí Savi Gabizon llega a las pantallas argentinas habiendo sido exhibida en el festival de Toronto de 2017 . por Santiago Pagano
Ariel, interpretado por Shai Avivi, recibe, en el inicio del film, dos noticias que lo dejan anonadado: la razón por la cual su mujer lo abandonó 20 años atrás es porque estaba embarazada, y sabía que el protagonista no quería tener hijos, y que su hijo biológico, Adam, acababa de morir en un accidente de tránsito en Acre, una ciudad que se ubica a 120 kilómetros de Tel Aviv.
Impactado por la revelación, el padre que ignoraba serlo, se acerca hasta la localidad en la que vivía su difunto hijo para seguir sus pasos. Lo visita en su tumba, conoce a sus conocidos y recompone su relación con su ex mujer, casada con quien crió a Adam. En Acre, Ariel comienza un viaje introspectivo por la rutina de su hijo, sus obsesiones, sus amores y sus problemas.
La película se mueve en tonos muy distintos: es claramente un drama, tiene un halo de misterio que siempre está presente y consta de situaciones tan caricaturescas que logran acercarse a la comedia. Termina siendo un film inclasificable, lo cual no significa que sea malo, de hecho, en este caso termina siendo destacable.
Con una dirección muy correcta, la película logra contar mucho con imágenes y acciones, sin recurrir tanto al diálogo, que es donde se encuentra el punto más flaco de la cinta.
En líneas generales, “Descubriendo A Mi Hijo termina” siendo un buen ejercicio de cine de autor, con algunos puntos altos Uno va descubriendo la trama en la película y siempre tiene esa sensación de que lo que le están contando no es la verdad, y que en algún momento vendrá un giro, producto de una historia poco usual, por eso es que el film termina teniendo su encanto.