Siguiendo una historia ya resuelta
Después de mucho tiempo, nos llega un nuevo film dirigido por Peter Jackson, quien vuelve a retomar la temática fantástica, aunque esta vez para abordar un tema común de una vida común. Esta vez le toca tratar la psicología de un asesino serial (brillante actuación de Stanley Tucci), una niña barada en una suerte de limbo, y el trauma familiar por la pérdida de la joven muchachita, encarnada aceptablemente por Saoirse Ronan.
El reparto es de lujo: tenemos a Mark Wahlberg haciendo del padre que se obsesiona con encontrar al asesino; la preciosa Rachel Weisz haciendo de la madre que no logra lidiar con el asunto; una Susan Sarandon que es la que menos encaja en la historia pero que logra completar un papel redondo, con un compromiso corporal como sólo los de su camada pueden ofrecer; y finalmente los mencionados Tucci y Ronan, que se devoran la película. De hecho, cuando ellos no están en escena -y eso que tengo debilidad con la belleza de Weisz- la cinta se torna monótona, aburrida, con poco tacto.
Es que el director de la saga de Lord of the Rings justamente peca de eso, tener poco tacto. El guión, basado en el libro de Alice Sebold, es muy malo, con diálogos vacíos y sin credibilidad. La reacción de la familia, exceptuando al padre, es incomprensible. Intento de olvido, con negación y resignación. ¿Quién reacciona así? Por más de que la trama esté ambientada -digamos- en los '70.
Si bien la historia atrapa, cuando todo termina uno descubre que fue una pérdida total de tiempo. Por ejemplo, las melancólicas escenas de Susie Salmon (Ronan) en el limbo o, como le llama el niño que vaya-uno-a-saber-cómo sabe dónde está su hermana, el "horizonte azul". Los efectos especiales ayudan a que todo sea más llevadero. Pero, ¿qué pasaría si Jackson hubiese intentado hacer esta película hace 20 años? Ok, si mi abuela hubiese tenido bigotes sería mi abuelo, pero a lo que voy es que sin los CGI esta película estaría muerta en vida. Repito: el guión es muy malo. Sólo las actuaciones y los efectos especiales logran estar al servicio de las emociones que se intentan exponer, pero aún así nada se puede hacer con semejante desperdicio de libreto.
El único apartado que se resuelve como muy bueno es el de la dirección, ya que Jackson se luce con un juego de cámaras muy interesante, alternando digital con celuloide según la mentalidad que la escena precise. Lo mismo pasa con los planos, que son de gran ayuda para ir "resolviendo" la historia, que de por sí está resuelta desde la primera escena. Y eso es lo peor de todo. Si uno comete el egoísta error de ponerse a pensar en medio de la película: "¿para qué veo esto, si ya sé quien es el asesino, quien es la víctima, y encima donde están ambos?", puede llegar a arruinar demasiado algo que ya viene flojito de fábrica. De hecho, cuando la crítica rechazó algunas escenas, Jackson y su equipo se dirigió a la sala de edición para volver más morbosa la patética última escena de Tucci en la película.
Notarán que todo está tratado con pinzas. Nunca se juegan por una escena osada, o algún diálogo crudo. Todo es demasiado "lovely". Nunca se pasa el límite de lo políticamente correcto. Y eso es nefasto para una historia que debiera doler por dentro, e incluso arrancar lágrimas. Pero nada de eso pasa. Al contrario, todo es lineal, simple, y absurdo (la forma en la que se resuelven las cosas es para irse a dormir).
Una completa y total desilusión este nuevo film del que alguna vez triunfó con The return of the king. Si no fuera por Tucci, Ronan y, ejem, Weisz, este sería un bodrio.