A esta altura debería existir un sub-género que se llame “poverty-exploitation” o algo así. El guión es un festín de clichés en torno a la miseria de sus personajes, la maldad de otros y la bondad (estadounidense) de unos pocos, con un desarrollo que relega cualquier posible manifestación objetiva de docudrama naturalista en pos del más obvio maniqueísmo pueril que reduce a lo superficial la problemática de corrupción y desigualdad que pretende denunciar. Un final inverosímil cierra la historia (CNN mediante) para dejar a todos los sajones que conocen latinoamérica por la TV tranquilos.