Esta es la historia de González Catán, la ciudad bonaerense trágicamente elegida décadas atrás para sepultar miles de toneladas de basura. Pero también es la historia del propio realizador, a quien la reflexión sobre ese documental que debería y no puede hacer lo lleva a pensar en sí mismo y en su oficio; a perder por momentos la fe en el cine, incluso, para iluminar con mayor claridad las razones por las que hace –y por las que vale la pena hacer películas.