Ciencia ficción, corazón blando
Uno podría pensar, después de diez películas de M. Night Shyamalan, que una de las mayores virtudes de Después de la Tierra es que esta nueva película no parece obra suya. No se trata de un chiste ni de una valoración de él como director, pero por lo menos desde Sexto sentido a esta parte uno podía identificar muy rápidamente las marcas de una de sus obras cinematográficas, por aquello que podríamos definir como su "calidad de autor", en el peor de los sentidos: construcción de atmósferas en general asfixiantes, mitologías elaboradas, personajes ambiguos, giros de tuerca final, etc. Cualquier cosa que hiciera se vendía como "una película de M. Night Shyamalan".
El panorama cambió con su film anterior, El último maestro del aire, donde ya ese manejo de la atmósfera y la fascinación por las explicaciones místicas complejas se pusieron al servicio de una historia que existía (y tenía fanáticos) desde antes y a la cual se tuvo que amoldar. Con todas sus limitaciones y problemas, El último maestro del aire tenía la virtud -sencilla pero no por eso menos noble- de querer simplemente contar una historia: no había sorpresas de último momento (la trama como trampa para el espectador) y los universos mágicos no pesaban más que los personajes.
Pasa algo similar con Después de la Tierra, donde al parecer la historia original nació de la mente de Will Smith (también productor y coprotagonista de la película) y donde el resultado es más o menos similar: una película de ciencia ficción que, sin ser particularmente brillante, entrega lo que promete y se ocupa de forma bastante sencilla de contar lo que quiere contar. Claro que, después de todo, esta sigue siendo una película de Shyamalan, con lo cual las metáforas de superación personal son ineludibles (y bastante ramplonas) y el diseño de arte pasa a ocupar un lugar casi central.
No deja de ser simpática la forma en la que Después de la Tierra piensa ese futuro lejano y galáctico, tan claramente diseñado en un mundo preocupado por la ecología. Muy "bolsita de tela reutilizable", todo en este futuro parece estar construido con pedazos de tela, panales de abeja y algodón. Las naves espaciales tienen partes de metal, pero en su mayor parte parecen pegadas con miel, como si se tratara de armazones construidos con bambú y recubiertos del mínimo material indispensable para viajar por el espacio.
Pasadas las, al parecer, inevitables explicaciones sobre cómo llegó la humanidad a esta situación, la historia de Después de la Tierra es bastante simple y rendidora. Se trata simplemente de una lucha por la supervivencia, superpuesta a la lucha de un hijo por tratar de impresionar a su padre. Recorremos espacios con bichos semi raros, la aventura es lo que se impone en la película y, sin llenarnos de adrenalina, logra llegar hasta un final aceptable.
A pesar de las preocupaciones tan blandas y baratas por la psicología de los personajes, si Después de la Tierra funciona es gracias al carisma que emana de sus dos protagonistas: Will y Jaden (ya crecido) Smith.
No se trata sólo de que los actores sean realmente padre e hijo en la vida real -aunque podemos pensar que algo de esa química se cuela en la película- sino de que tanto el padre. un Will Smith ya definitivamente adulto al cual soprendentemente el registro de duro le funciona muy bien, como el hijo, a quien vimos crecer en la pantalla desde La búsqueda de la felicidad hasta la nueva Karate Kid, cuentan con eso tan difícil de definir pero que al parecer puede transmitirse por los genes: la fotogenia. Ellos son los que le dan cuerpo a estos personajes; los que nos permiten acercarnos a ellos y los que hacen que esta película de ciencia ficción bastante bien construida pero no demasiado sorprendente resulte entretenida.