Dirigida y escrita por el japonés Kore-eda Hirokazu (De tal padre tal hijo), Después de la tormenta es un drama ligero que tiene como eje principal los lazos familiares. Ryota es un escritor que pasó su momento de gloria con una novela que escribió hace ya largos años.
Hoy intenta sin mucho éxito llevar el rol de padre, ya separado de su mujer. Sin un buen presente económico, deambulando entre apuestas y empeños además de su trabajo como detective, la vida de Ryota parece no tener rumbo.
Estamos en verano y un tifón amenaza con azotar Kiyose, y proponiéndoselo a medias, termina reunido junto a su hijo y su ex mujer en la casa de su madre. Ryota no logra ser padre ni hijo. No pudo darle a su madre lo que esperaba, poder mudarla de ese barrio de donde no pudo salir, ni tomar las riendas de la familia tras la muerte de su padre.
Como padre se la pasa aplazando la entrega de la manutención por despilfarrar cada moneda ganada. Tampoco con su hermana logra una relación fuera de la que necesita para pedir dinero.
Después de la tormenta está construida de pequeños momentos antes de la tormenta, en contraposición con el título, hasta llegar a ella. De a poco, de manera sutil se va construyendo el personaje principal y sus diferentes relaciones (no sólo cómo se relaciona con su hijo y su ex mujer, sino con su fiel compañero de trabajo en la agencia de detectives, con su oficio de escribir sin escribir, o con esa amable y sabia señora que tiene de madre).
A la larga, la tormenta llega para brindar cierto respiro, para arreglar cosas, en lugar de destruirlas, como uno podría suponer. Es ése el significado que el director le brinda al fenómeno. Quizás porque a veces es necesario algo fuerte que amenace con acabar con todo. Eso se percibe antes de que llegue, que en algún momento todo va a explotar, una crisis incipiente, una catarsis.
En las dos horas que dura la película, Kore-eda se toma su tiempo para construir estos lazos y es probable que se tarde en lograr conectar con los personajes. Es en la segunda hora donde aflora lo mejor de su cine, especialmente en ese final, que sin ser sobrecargado al mismo tiempo es muy profundo.
Bien dirigida, especialmente con los actores, y contada, aunque con una banda sonora algo recargada, este drama ligero con algunos toques de humor es una película personal e intimista, minimalista incluso, que pone en foco la cotidianeidad y consecuencias de los lazos familiares. Dulce y amarga al mismo tiempo, así como la vida.