Hay varias pistas desde el principio. El protagonista es un atareadísimo y exitoso editor que por fin decide liberarse del stress de la faena diaria y abandona su trabajo para pasar más tiempo con su esposa y sus dos hijitas en una casa alejada del mundanal ruido y allí dedicarse a escribir la novela que tiene en mente. Ya puede sospecharse que no será precisamente paz lo que va a encontrar en ese presunto paraíso. Sospecha que se intensifica cuando, a cuento de nada, su mujer le repite la frasecita que autoriza cualquier mal presagio: "Cuando estás aquí me siento a salvo", mientras las nenas empiezan a ver (o a imaginar) sombras inquietantes que se mueven ahí afuera y la dueña de casa encuentra extrañas inscripciones en alguna pared. ¿Otra vez una casa embrujada? Algo parecido. En esa casa, se enterarán enseguida, hubo una horrible tragedia familiar. Y por si hiciera falta algún otro lugar común, cuando el hombre va a la policía a pedir datos sobre el famoso caso del que nadie quiere hablar, los uniformados le niegan toda ayuda: ni siquiera le prestan atención. La casa soñada del título original empieza a convertirse en una pesadilla.
Y también para el espectador, que no saldrá de su asombro a medida que el presunto cuento de suspenso y terror psicológico provisto por David Loucka intenta desesperadamente generar intriga mezclando sin el menor escrúpulo (y lo que es peor: sin ningún rigor ni coherencia) elementos dispersos venidos de un género que, por lo visto, está muy lejos de la sensibilidad del irlandés Jim Sheridan, a quien se deben títulos como En el nombre del padre o Mi pie izquierdo.
Por respeto a los espectadores más tolerantes respecto de artificios y trampas no conviene revelar nada más sobre esta historia que mezcla esquizofrenia, delirio, culpa, melodrama, efectismos varios y giros presuntamente sorpresivos. Sí puede decirse que a medida que la acción avanza la confusión y el disparate crecen y que se hace más y más difícil entender por qué un elenco tan cotizado (Daniel Craig, Rachel Weisz, Naomi Watts, Elias Koteas) se vio complicado en este equívoco, si bien es cierto que todos ellos se esforzaron por poner algo creíble en una historia que hace agua por todos lados. Al parecer, sólo los dos primeros tuvieron su compensación. Del rodaje de Dream House salieron casi directamente para el registro civil.