Una vez más en el día de la independencia, los extraterrestres derrotados en la guerra del 1996 regresan con sed de venganza para terminar de una vez por todas con la raza humana. La secuela dirigida por Roland Emmerich aumenta la apuesta en tamaño, pero realmente por la mala ejecución de las cosas la película no celebra justamente un digno “día de la independencia”. La mayoría del reparto original regresa en esta segunda parte. Jeff Goldblum, Bill Pullman, Brent Spiner (su personaje vuelve de la muerte gracias a la magia de las secuelas) y Vivica A. Fox demuestran nuevamente su peso actoral. Ellos se encargan de mover no sólo los hilos de la historia, sino también al público. Es genial escuchar las primeras líneas pausadas – ya son un estilo patentado - de Goldblum o ver como Pullman se calza una vez más a su presidente Whitmore, tras haber estado juntando telarañas con el paso de los años.
Ver resurgir a estas figuras puede significar esperanzas para el público y estos actores trabajan bien con lo que se les da, pero lamentablemente lo que podría haber sido un alzamiento de carreras del pasado terminan siendo escenas breves, por culpa de las terribles actuaciones de una nueva generación de actores. El más claro ejemplo es el de Jessie T. Usher haciendo del hijo del difunto capitán Steven Hiller (interpretado por Will Smith en la película de 1996), Hiller Jr. se siente absolutamente forzado en esta película, no trasmite emoción alguna y esto da bronca ya que él es, justamente, uno de los “puentes” del primer film en la secuela. Su actuación es tan mala, tan de “madera”, que posiblemente la única emoción presente cuando su personaje aparezca sea la del público exclamando lo mal que actúa. Liam Hemsworth brilla a comparación de T. Usher, y Hemsworth es especialista en arruinar escenas. Solo esperen y vean.
Para ser uno de los principales referentes del “Cine Catastrofe”, Emmerich se muestra tranquilo y se podría decir “débil” plasmando el caos en pantalla. Al centrarse en una invasión alienígena, ID2 – como se la conoce en abreviación – desenfoca los momentos de destrucción para presentar la tecnología alíen. ¿Esto Funciona? Me gustaría decir: sí, pero gracias a un pésimo guión a cargo de Dean Devlin, Nicolas Wright, James A. Woods y del propio Emmerich, lo atractivo de descubrir este nuevo mundo lleno de novedades se pierde, en gran parte, porque toda la información se da a ráfagas y por sentada, es decir, no le dan tiempo a digerir a los presentes en la sala lo que están presenciando.
No sólo el guion falla en aportar interés sobre este nuevo estilo de vida, también se ocupa desinteresadamente en figuras críticas. En ningún momento percibe la amenaza representada, los protagonistas pueden estar en peligro durante toda la película y lo único que logra Emmerich y compañía es que ese peligro sea una escena más del montón. Esto puede ser normal en películas del género catástrofe/invasión alienígena masiva pero no con personajes que desde hace 20 años son importantes, simplemente no se los puede tratar como si fueran un fiambre más del montón. Emmerich se encarga de sus destinos sean buenos o malos, con un simple “eso es todo amigos!” al estilo Porky.
El día de la independencia 2: Contraataque puede apostar por una nave monumental que ocupa casi la mitad del planeta, sin embargo, esa gran escala no llega a pasar lo superficial en todo momento de la película, no tiene ese efecto masivo (a pesar de ser superior en espacio) que se vio con uno de los platos voladores sobre el Empire State. ¿Quieren ver una película con destrucción gratificante sin sentido, escenas graciosas con personajes carismáticos y un gran plus: un perro esquivando heroicamente autos voladores tras una explosión? Vean El día de la Independencia del glorioso año 1996, que no los va a defraudar. En cuanto a su secuela, si quieren ver a ídolos de los 80’s-90’s tratando de dar lo mejor que pueden -y el encanto se palpa en ciertos momentos- en un producto sin inspiración con un 3d bien implementado, arriésguense y vayan al cine, tal vez los ayude a desconectarse un poco de un mal día.