Muchos lo van a recordar por Jack Sparrow, pero el verdadero personaje hecho a la medida de Johnny Depp es su fallecido amigo Hunter Thompson o, mejor dicho, cualquiera de los alter egos del escritor en el cine. Esta especie de precuela de Miedo y asco en Las Vegas mantiene el espíritu libertino de esa película de Terry Gilliam a la hora de narrar, esta vez con tintes de cine negro, la historia de un periodista que llega a Puerto Rico, se enamora de la mujer equivocada y se involucra en un oscuro negocio de bienes raíces. Diario de un seductor demuestra que todo tiene mejor sabor con un chorrito de ron o cuando la pantalla es un espacio donde cualquier disparate es posible, una prioridad para Bruce Robinson ya desde ese inolvidable debut de culto ochentoso Withnail y yo.