Cuando el mundo se apagó y se cerró para muchos por la pandemia del COVID 19, para otros, como en este caso Jeff Zorrilla, se abrieron muchas posibilidades. La vida y la muerte en un relato diferente sobre aquellos días encerrados.
Una muestra de cómo un material realizado durante la pandemia del covid puede derivar en un hecho artístico distinto, a los muchos documentales que hemos visto después de una experiencia tan espantosa. Jeff Zorilla filma obsesivamente escenas de su vida, como un registro compulsivo y salvador, pero este material se transforma. No solo es una reflexión sobre experiencias, miedos, inseguridades, incógnitas acuciantes, apuntes críticos y certeros. Todo el material muta hacia el collage, la superposición, la yuxtaposición, la utilización particular del color, las luces sino que persigue y consigue texturas similares al material de 16 mm. Un trabajo interesante, distinto, un documento y una real creación.
APRENDIZAJE EN LA PANDEMIA Desde marzo de 2020 Jeff Zorrilla filmó su vida, o mejor dicho fragmentos de todo lo que vivió durante la pandemia. Todo esto, hecho en 16mm y algunas escenas en Súper 8, es desprolijo, muchas veces las imágenes están esta fuera de foco, pero como el mismo realizador comentó, parece que esa es su marca registrada, el escupir todo lo que siente y mostrarlo en pantalla. Zorrilla es norteamericano y hace unos años vino a vivir a la Argentina. Su mirada sobre muchas de las cosas o situaciones que vive en la pandemia son muy divertidas, su amistad con una realizadora de Súper 8 japonesa, y el aprender junto a su mujer Naty ese idioma. El ser contratado por una serbia para filmar un eclipse y que el resultado no sea del todo positivo. Todo esto lo irá contando con una fluidez increíble, su voz le dará identidad a todo el film. Hay dos puntos clave en la película, uno tiene que ver con el paso del tiempo durante la pandemia, que lo lleva a él y a su mujer a querer tener un hijo, hecho que viene de la mano de tomar responsabilidades para él, que siempre fue bastante desorganizado con su vida. El otro es la relación que tiene con su padre, conflictiva, que le hicieron en algún momento tomar la decisión de irse de su país. Esto genera una hermosa reflexión en la que habla de cómo sería la relación con su hijo y el entender cómo fue ese vínculo con su padre para no repetir los errores en su relación.
Jeff Zorrilla es un director norteamericano que que con un proyecto cinematográfico trunco, está viviendo en Buenos Aires junto a su pareja cuando empieza la cuarentena del Covid-19 en el año 2020. Con película de 16mm y químicos para revelarla, decide empezar a filmar durante más de un año todo lo que se le ocurre. Una mezcla de diario personal con cine experimental a la que luego va sumando los mensajes que se manda con otras personas. Zorrilla tiene cierto talento para jugar con las imágenes pero es bastante básico intelectualmente. Primero se suma a la mentira del gobierno argentino y manifiesta que Argentina es uno de los mejores países en tratamiento de la pandemia. Luego, cuando la cuarentena argentina entra en crisis, su diario cinematográfico se interrumpe misteriosamente. Apenas esboza algunas dudas al pasar luego de un incomprensible bache en el rodaje. Es implacable contra Estados Unidos, su gobierno y su gente, lo que por otro lado es comprensible, ya que cada uno entiende mejor su país que los otros. Sus bajadas de línea de escuela primaría incluyen diatribas contra el capitalismo bastante básicas. Pero desde el comienzo surge una pregunta que cualquier persona que haya sufrido la cuarentena argentina tiene que hacerse: ¿De qué viven el matrimonio rebelde que filma en 16mm durante todo ese encierro? La respuesta es escatimada durante casi todo el largometraje pero finalmente llega. Cuando Zorrilla tiene la oportunidad de ir con su mujer a vacunarse a Estados Unidos lo hace al instante, sin mencionar nada de la vacuna en Argentina. Tendrá peleas con su padre, un hombre conservador, creyente del capitalismo con el cual él se pelea. Se pelea pero le acepta toda la plata que este le da. El misterio del cineasta bobo finalmente se revela y nuestras sospechas se confirman. Jóvenes no tan jóvenes en guerra contra el sistema pero mantenidos por sus padres no es algo exclusivo de Argentina. Jeff Zorrilla ya podría tener la ciudadanía, si sólo de eso se tratara. Pero su sensibilidad frente al sufrimiento de los argentinos es cero. No es capaz de pensar en el país en el que está viviendo ni un instante. Es un poco tonto, bastante hipócrita y finalmente muestra una ausencia total de empatía con el prójimo.