Tarantino es un director tan especial, único y con un sello tan reconocible que uno obtiene de sus cintas exactamente eso que uno desea encontrar. Más de diez años demoró en poder concretar su gran homenaje el western italiano y tal vez por ello se le hizo casi imposible recortar la duración de su extensísima propuesta de vaqueros, cazarecompensas y un salvaje, cruento oeste norteamericano.
El otrora dentista Schultz está detrás de la pista de los hermanos Brittle y sólo un esclavo, Django, podrá conducirlo hasta ellos. Con la promesa de concederle su libertad luego de asesinarlos, los dos hombres deciden continuar juntos a pesar de haber cumplido su misión. Pero redoblarán la apuesta cunado intenten rescatar a la esposa de Django, esclava del tiránico terrateniente Calvin Candie (un desaforado y temible Leonardo Di Caprio). Será una prueba de valor, engaños, lealtad, amistad y amor, todo con un desgarrador y sangriento estilo Tarantino.
Christoph Waltz y Jamie Foxx como el dúo dinámico de la historia son impagables, cada una de las escenas que comparten es de una delicia absoluta. Las piezas musicales elegidas resaltan el perfil, a veces bizarro, que impone Tarantino desde su dirección, desde sus encuadres, sus asesinatos violentos y exageradamente sangrientos. Cada muerte es celebrada por la platea como un triunfo por parte de los buenos del relato, incluso cuando por ángulo o distancia sea físicamente imposible que los cuerpos vuelen y se destrocen como lo hacen al ser alcanzados por los proyectiles.