¿Quién es ese negro?
A esta altura del partido no queda duda alguna de que Quentin Tarantino entró en un período de mediocridad de intensiones grandilocuentes basado fundamentalmente en la autocomplacencia bobalicona, la repetición ad infinitum de tópicos huecos y cierto automatismo carente de toda inspiración y/ o fuerza conductora. Ahora bien, quizás lo más lamentable pasa por la confirmación de que el norteamericano perdió casi por completo el talento para construir una buena película de género de pulso irreverente, el objetivo irrenunciable de su cine según sus propias palabras. Contando la presente, sus últimas tres realizaciones fueron fotocopias maltrechas de aquellos opus revulsivos de los comienzos...