Mercedes se despierta casi a la hora de la siesta, enciende un cigarrillo, va al baño, luego se dirige a la cocina, se sirve café y enciende otro cigarrillo. Empieza a preparar un tuco para comer pasta con su hijo, mientras corta los vegetales conversa por teléfono con una amiga… Es en ese momento en el cual comienza un diálogo que parece interminable hasta el clímax de la película. Pero volvamos al inicio. Mientras se cocina el tuco, Mercedes (interpretada por Mónica Raiola) va realizando distintas tareas hogareñas como doblar ropa y lavar. En montaje paralelo vemos como el personaje de Mirna (interpretado por Maruja Bustamante) recorre en bicicleta las calles de tierra de un pueblo o pequeña ciudad ubicada en las afueras de Buenos Aires. La película inicia con un ritmo lento para el ojo acostumbrado al cine comercial, porque muestra casi como en un tiempo real lo que cada una va haciendo hasta el momento del encuentro. Con un dejo del cine oriental, la directora decide mostrar los detalles de cada acción para que acompañemos a estas mujeres en sus recorridos por la vida diaria.
Como bien dijo la directora, y logra verse reflejado en esta obra, hay un interés por indagar en la palabra y su uso desmedido para ilustrar un universo femenino específico en una película que tiene como base la cotidianidad y la conversación, con una simpleza en cuanto a lo técnico, logra construir una historia firme que deja abiertas las puertas para la reflexión.