Hoy todo parece posible en el mundo de las películas basadas en cómics, pero los lectores asiduos nunca pensamos en Doctor Strange como un personaje que merecía su propia película. El Sorcerer Supreme siempre fue un segundón indescifrable. El puede hacerlo todo. No hay reglas, no hay una definición clara de los poderes, los demonios, ni las dimensiones. Una realidad flexible.
Esta nueva película de Marvel dirigida por Scott Derrickson parte desencadenada de la continuidad reciente del (*) Marvel Cinematic Universe, y toma en principio el modelo de Iron Man (2008) la película que lo inició todo. Aquí también hay un canchero y engreído genio que parece tenerlo todo, lo pierde para rápidamente comenzar su camino del héroe.
El casting es perfecto. Benedict Cumberbatch como el fanfarrón doctor del primer acto, resulta tan encantador y divertido hasta que gradualmente se muestra impetuoso y excesivo. Chiwetel Ejiofor como Mordo funciona como un contrapunto constante, con toda su intensidad embotellada bajo control. La crítica comprensible que el papel del Ancient One, no sea -como en los cómics- un hombre oriental, se olvida al ver a Tilda Swinton traer una ligereza y naturalidad inesperada al rol.
El film tiene muchas de las mismas fallas que las otras películas de Marvel Studios. Rachel McAdams, como antes Natalie Portman en Thor y Gwyneth Paltrow en Iron Man, es escasamente utilizada y su personaje carece de sustancia real, está ahí para asistir al hombre protagonista. El antagonista, el gran Mads Mikkelsen, es sólo un escollo en el camino de nuestro héroe, genérico en su villanía como casi todos los malos de Marvel. Y sí, también está el recurso del rayo azul en el cielo, que amenaza con aniquilarlo todo.
Pero nada de esto estropea el placer puro de la experiencia. Desde la primera secuencia de la película, una set piece de acción salvaje que juega con el estilo Inception (C. Nolan, 2010), está claro que Marvel aprovecha al máximo la falta de reglas inherente en la historia del hechicero.
La trama se despliega dentro de un mundo mágicamente manipulado donde las paredes pueden doblarse, manejarse y modificarse, los portales pueden abrirse y llevarnos a lugares extraños o familiares y las armas y armaduras pueden manifestarse en el aire. Ningún truco es excesivo y cada nueva secuencia introduce una nueva forma de mostrarlo.
Todo lo sobrenatural en Doctor Strange tiene los pies sobre la tierra. Cuando los hechizos transforman el mundo, las cosas se mueven y reorientan de manera espectacular, se siente material y con respaldo físico inclusive cuando se rompen las reglas de la física. El suelo se dobla, multiplica, desplaza y pliega en formas incalculables. Desde la primera Matrix (Lana y Lilly Wachowski, 1999) no se ha visto el concepto de “no hay reglas” llevado a un extremo cinematográfico tan satisfactorio.
Sí, esta es otra película con historia de origen, pero interesante, con apuestas reales y un viaje convincente. Bien equilibrada con la versión de las viñetas, siempre jugando entre la ciencia y el misticismo, con un guión tan sólido y seguro de sí mismo que incluso se permite algunos temas más profundos acerca de la eterna lucha humana contra el tiempo y la entropía.