Se trata de Stephen Strange (interpretado por Benedict Cumberbatch), un brillante pero sumamente arrogante neurocirujano que, tras sufrir un accidente automovilístico, pierde la precisión de sus manos debido a un problema neurológico. Por ésto, y muy a su pesar, se ve obligado a abandonar la medicina.
En busca de una cura definitiva, y tras gastarse hasta el último centavo de su incontable fortuna, se dirige hacia el Tíbet, más precisamente a una comunidad aislada llamada Kamar-Taj, una especie de centro de sanación donde conoce a Mordo (Chiwetel Ejiofor) y a El Ancestral (The Ancient One).
A diferencia del comic, en el film dirigido por Scott Derrickson (“Sinister”, “El Exorcismo de Emily Rose”) es una mujer (Tilda Swinton fue la elegida para este papel). Este personaje es quien introduce al protagonista en las artes místicas, el mundo oculto de la magia, las dimensiones alternativas (hay un par de escenas muy bien logradas que parecen salidas de “El Origen/Inception”).
Con los nuevos poderes mágicos que ha adquirido, Stephen pronto se ve inmerso en la línea de combate contra fuerzas oscuras que amenazan con destruir nuestra realidad y deberá elegir si vuelve a su antigua vida de riqueza y estatus, o deja todo atrás para defender el mundo como el hechicero más poderoso del universo.
El villano de turno, Kaecilius, está interpretado por Mads Mikkelsen (“Hannibal”), y el interés romántico de Strange, la Dra. Christine Palmer, está a cargo de Rachel McAdams. El film es muy entretenido y, como en todas las películas de Marvel, su argumento tiene muchas líneas de humor. Párrafo aparte merecen los espectaculares efectos visuales.
Atención al final porque hay dos escenas post-créditos; una de ellas se conecta con la quinta producción de la fase en cuestión: “Thor: Ragnarok” (3 de Noviembre, 2017), la tercera película en solitario del ‘Dios del Trueno’.