Geraldine Chaplin, admirable
En el cine ambientado en América Central y el Caribe, el turismo sexual es un tema bastante frecuentado y tan generalmente reducido a estereotipos que Dólares de arena supone al mismo tiempo una benéfica renovación y una muestra de madurez del cine dominicano. No diremos sorpresiva, porque el tándem que integran la dominicana Laura Amelia Guzmán y el mexicano Israel Cárdenas ya había dado pruebas de sus talentos en dos trabajos anteriores, Cochochi y Jean Gentil, vistos en el Bafici.
A partir de una adaptación sumamente libre de una novela francesa, su film tiene como uno de sus méritos principales sortear todos los lugares comunes y liberar a sus personajes de los clásicos estereotipos. Guzmán y Cárdenas hacen hincapié en su humanidad. Ni se juzgan sus conductas ni se esconden ambigüedades o contradicciones. Hay una veterana y adinerada turista francesa que parece haber encontrado en la playa de Las Terrenas el refugio ideal para pasar sus años de madurez, papel que Geraldine Chaplin enriquece con su fina sensibilidad y los infinitos matices de su juego expresivo. Es un trabajo al que se ha entregado sin reticencias, con la soledad, la risa y el dolor a la intemperie, como las arrugas que le han dejado los años y la extrema delgadez. Todo su mundo interior se traduce en pequeños gestos, en inflexiones de la voz, en miradas que traducen el amor, pero también la conciencia de que en las actitudes de esta chica que ha reavivado en ella algún anhelo reprimido en otros tiempos, el dinero juega un papel importante, y la conveniencia se mezcla confusamente con cierta forma de apego.
También el personaje de Noeli, que tiene un novio con el que las cosas no siempre van sobre ruedas, ha sido despojado del típico estereotipo de la chica que se prostituye para paliar sus carencias. El turismo (representado también por otros europeos vinculados con Anne) se ve a los ojos de los jóvenes dominicanos como una suerte de espejismo, un sueño que podría estar al alcance de la muchacha si la promesa de ser llevada a vivir en París se concretara.
Alguna complicación inesperada trastocará los planes y desencadenará otro final. Habrá un previsible conflicto entre el romance de arena y el crudo realismo de los dólares. Los realizadores han puesto mucha delicadeza en el análisis de las razones profundas que se mezclan en la relación entre las dos mujeres y en la descripción de las fluctuaciones y las vacilaciones de ese vínculo. Y han sabido extraer verdad de diálogos que a veces parecen producto de la improvisación. La intimidad se manifiesta en muchas oportunidades y hasta llega a hacerse profundamente reveladora en uno de los gestos finales de la jovencita.
La música también tiene incidencia directa en la historia que se narra y en buena medida depende del veterano cantante Ramón Cordero, cuya bachata "La causa de mi muerte" ocupa un lugar destacado.