Se estrena con mucho retraso la última película de los hermanos Dardenne, protagonizada por Marion Cotillard, Dos días, una noche.
Los hermanos belgos vuelven a apostar a un cine de retratos crudos y brutalmente honestos. Esta vez, enfocan su atención en un personaje femenino, Sandra, que además del bagaje que carga (sufre de una fuerte depresión), tras una licencia debe volver a su trabajo sólo para enterarse que sus compañeros votaron por obtener un bono extra a cambio de prescindir de su labor. “No existo, no soy nada”, llora una Marion Cotillard sin maquillaje entregada en cuerpo y alma a su personaje.
Pero entonces le dan una segunda oportunidad, aunque no sólo depende de ella sino también del compañerismo de sus colegas. Es así que Sandra cuenta con dos días y una noche para convencer uno por uno de votar el próximo lunes a favor de que ella pudiera quedarse. Pero con cada visita se encuentra con diferentes personajes, diferentes historias y diferentes razones, para votar que sí o que no. En fin, se encuentra cara a cara con diferentes realidades sociales.
Probablemente nadie se acuerde pero Marion Cotillard fue nominada al Oscar por su actuación en esta película. Y sin dudas fue una de las más merecidas (sino la más), porque le imprime a su personaje de un modo muy natural una fragilidad y dolor inmensos. La cámara en mano, inquieta, nerviosa, ansiosa, la sigue escena tras escena mientras lucha por su trabajo y por su propio estado emocional, porque para alguien como ella salir y enfrentarse a la gente no es algo tan fácil como para muchos.
Una película dura, demoledora, un relato intimista y social a la vez y una actuación hermosa de Marion Cotillard. Dos días y una noche merecía ser finalmente estrenada.