El carisma de Antonio Gasalla y, sobre todo, de Graciela Borges consigue que lo nuevo de Daniel Burman funcione. Ellos son los dos hermanos del título y mantienen una dinámica complicada: ella, verborrágica, lo ataca todo el tiempo; él, en el mejor de los casos, la aguanta paciente y silencioso. Ese tira y afloje filial transforma a Dos hermanos en una película tan oscura como divertida, aun con un par de momentos demasiado crueles. Burman demuestra que sabe cómo moverse con la cámara dentro del terreno familiar, pero Dos hermanos confirma que estas últimas películas adultas del cineasta no tienen esa frescura innata al cine generacional de su “trilogía de Ariel”.