Violencia en 3D y un futuro desolador
Juez, jurado y verdugo de gatillo fácil, Dredd es el "héroe" protegido por el enorme casco que apenas deja ver un tercio de su cara: la boca que emite frases breves, preferentemente monosilábicas en un tono cool que da cuenta de su determinación, su fiereza y su inalterable calma. Estamos en un futuro posapocalíptico, sombrío y desolador, donde 800 millones de personas sobreviven como marginales en las ruinas del mundo que fue o en los gigantescos edificios de una Mega City única que abarca desde Boston hasta Washington.
Para muchos, el crimen es la única salida; el poder está en manos de las pandillas más feroces y sólo los llamados jueces intentan poner algún orden en el caos, aplicando las sentencias inapelables de sus juicios sumarísimos. Dredd, proveniente de un cómic inglés, es uno de ellos. Uno incorruptible que no pierde la calma ni cuando está, como en el comienzo, persiguiendo con su supermoto a tres psicóticos, lo que terminará, como puede preverse, en una carnicería, la primera del que probablemente sea (con excepción de algunos truculentos relatos de horror) el film más ultraviolento de los últimos tiempos. Es un inicio vibrante (y prometedor para quienes gustan de este tipo de productos): ya están presentados el protagonista y uno de los elementos clave de la historia: la nueva droga, llamada slo-mo, que se está esparciendo como la peste y cuyas fabricación y distribución están en manos de la banda de una ex prostituta conocida como Ma-Ma. El narcótico produce en el cerebro la ilusión de que el tiempo pasa al uno por ciento de su velocidad real; la villana y los suyos suelen aplicárselo a sus víctimas antes de lanzarlas al vacío, uno de sus métodos favoritos para castigar a traidores y enemigos.
Dredd deberá desactivar al maligno clan cuando, junto con una novata con poderes de psíquica a quien debe evaluar durante la tarea, queden encerrados en Peach Trees, la monumental y amurallada construcción de 200 pisos que la perversa Ma-Ma ha hecho su cuartel general. Todo lo que sigue es el clásico juego del gato y el ratón; sólo que las fuerzas son muy desparejas -dos contra centenares, quizá miles- y el armamento, infinito. Hay sobredosis de sangre y de cadáveres.
No hace falta decir que para quienes detesten las exhibiciones de violencia -en este caso vistas con demora y detalle gracias al 3D y a los efectos visuales que hacen uso y abuso de la cámara lenta- éste no es un programa recomendable. Los demás, si no reparan en el discutible mensaje y en que a veces el film parece haber consumido slo-mo, podrán apreciar el buen uso del 3D, la cuidada ambientación -un mundo del futuro tan negro que nos hace ver el actual como un paraíso- y el uso de todos los recursos de que el cine dispone para producir impactos visuales y sonoros.