Los humanos son las mejores presas.
En el tren de los placeres culpables, esos que se justifican más por una curiosidad morbosa que por amor hacia el cine, un film como Duelo al Sol (Beyond the Reach, 2014) de seguro ocuparía todo un vagón. Y ello se debe a la presencia del inefable Michael Douglas, un actor que continúa siendo noticia tanto fuera como dentro de la pantalla: mientras que en lo referido al primer punto no podemos olvidar que viene de ganarle una batalla al cáncer (aparentemente) y que su matrimonio con Catherine Zeta-Jones estuvo al borde del colapso (aparentemente), en el segundo apartado tenemos que sopesar los típicos desniveles que caracterizaron a la carrera del norteamericano a lo largo de seis décadas de lo más variadas.
La película en cuestión se ubica en un punto intermedio -a nivel cualitativo- entre convites freaks y muy loables como La Traición (Haywire, 2011) y Behind the Candelabra (2013), ambas dirigidas por el genial Steven Soderbergh, y propuestas impresentables en la línea de Último Viaje a Las Vegas (Last Vegas, 2013) y Juntos… pero no tanto (And So It Goes, 2014). Sin llegar al desastre aunque también lejos de un desarrollo inteligente, la obra es una reformulación poco imaginativa del tópico de la cacería humana, patentado en materia cinematográfica por El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932) y popularizado por las eficaces Hard Target (1993) y Juego de Supervivencia (Surviving the Game, 1994).
Una vez más nos encontramos con un pobre tipo, el baqueano Ben (Jeremy Irvine), que por unos morlacos acepta acompañar al sádico John Madec (Michael Douglas) a través del Desierto de Mojave para matar a un musmón, una suerte de carnero salvaje en estado de conservación. El ardid que detona el juego del gato y el ratón es la muerte accidental de Charlie (Martin Palmer), un ermitaño amigo de Ben, a manos de Madec: ante la imposibilidad de chantajear al susodicho o comprar su silencio, el testarudo muchacho es obligado a caminar indefectiblemente hasta morir. Así las cosas, Madec sigue con ahínco a Ben para asegurarse de que se cumpla su plan, algo que por supuesto no será tan sencillo.
Si bien la trama está basada en una novela de Robb White, férreo colaborador del héroe de la clase B William Castle, y prometía un escapismo de primera categoría, lamentablemente el opus nunca logra destacarse de la media hollywoodense actual debido al lastimoso desempeño de Irvine (el joven no cuenta con la experiencia suficiente) y la repetición del artilugio narrativo de los “regalitos/ ayuda” que dejó Charlie en distintos lugares del terreno marchito (como si se tratase de un videojuego, son los principales recursos del guión para alargarle la vida a Ben). Si sumamos la inoperancia del realizador Jean-Baptiste Léonetti, sólo nos queda Michael y su sonrisa de sociópata, la única excusa del film en su conjunto…