Warwick Thornton dirige el guion escrito por Steven McGregor y David Tranter y narran así un conflicto en el Territorio Norte de Australia entre un terrateniente y un hombre aborigen. Tanto Thornton como Tranter son aborígenes y “Dulce país” está basada en un juicio real del que el guionista escuchó hablar a su abuelo.
Cuando un veterano de guerra llega a este pueblo del interior del Norte de su país, se encuentra con algo diferente a lo que esperaba.
En este pueblo sin iglesia ni sheriff, además los negros no son esclavos, colaboran en sus casas y a cambio obtienen techo y comida. “Todos somos iguales aquí, todos somos iguales ante los ojos del Señor”, le dice el predicador del pueblo, interpretado por Sam Neill. Sam Kelly (Hamilton Morris), un aborigen que tiene mujer e hija, es enviado para ayudar en su nuevo rancho.
Pero en un –aún- confuso altercado Harry muere en manos de Sam.
Así, "Dulce país" es primero un western en el que el Sargento de la policía local persigue a Sam, quien se escapó sabiendo que su destino como aborigen después de la muerte del hombre blanco no iba a ser bueno; y luego con el juicio, donde termina de delinearse la historia.
“Dulce país”, con su título cargado de ironía, está narrada mayormente de manera lineal, a excepción de cuando imágenes fragmentadas se intercalan anunciando algo que pasará o intentando descifrar algo que sucedió, flashbacks y forwards.
Con un ritmo algo pausado, va exponiendo las aristas del relato de a pequeñas piezas, como un rompecabezas aunque bastante ordenado.
Sí hay una clara división en la historia. Al principio centrándose en la persecución en el desierto y luego en el juicio, a cielo abierto. Aunque también podría haber funcionado en dos películas distintas, o al menos capítulos, lo cierto es que en su conjunto se complementan y no hay una desentonación. Es una película de época, estamos en la Australia de 1929 y nos encontramos acá una buena ambientación.
Como todo western, porque estamos ante tal, hay un gran aprovechamiento de los exteriores, paisajes áridos y calurosos. Y hay mucho polvo, tierra. También es interesante la construcción de personajes.
A diferencia de cualquier western clásico, acá no hay buenos y malos propiamente dicho, sino que todos están en el medio entre uno y otro. Apostando principalmente a la imagen y con pocos diálogos pero estos siempre muy precisos, se cuenta con una muy buena fotografía y un guion efectivo.
Sin embargo, "Dulce País" quizás se pierde por momentos con un ritmo desparejo mientras elige retratar el colonialismo británico y lo hace a través de una historia interesante y rica que expone temas como el racismo pero también otros muy propios de la época como el machismo.