Confirmada la realización de una sexta entrega, se estrenó en nuestro país la quinta parte de la serie de acción ochentosa. Más grande, con las mismas mañas pero con la clara intención de ir comenzando a pasar el legado a una nueva generación, Bruce Willis vuelve a su papel de John McClane pero con un cambio de locación: Rusia.
Allí su hijo está involucrado en una peligrosa misión para recuperar un expediente relacionado con Chernobyl retenido en una bóveda afectada por la radiación. Distanciado de su primogénito, McClane viaja hasta allí para recomponer la situación y termina sumándose a la vertiginosa aventura.
Pochoclera hasta la médula, jamás habrá que tratar de encontrar profundidad en el argumento o composiciones brillantes: todos los ingredientes son prolijamente ubicados para disfrutar de pura acción en cine. Ni más ni menos. Persecuciones que desafían la ley de gravedad, tiroteos que parecen no acabar jamás y cuerpos resistentes a los peores golpes y caídas marcan el pulso de una buena dosis de acción sin demasiado sentido dramático. La decisión que trasladar la producción a Rusia es meramente decorativa.